El debate en torno al sueldo mínimo es un tema que desde hace décadas ha generado diversas posturas. Pues no es novedad que año tras año, la discusión sobre el monto mínimo establecido legalmente, traiga consigo diversas reacciones desde los diferentes actores sociales involucrados, quienes finalmente salen desgastados de este conflicto.
Y es que la polémica sobre este tema parece ser la construcción de una película con nulas variaciones en sus guiones, en la que el ser humano permanentemente vive en función de lo que gana, pues en ninguna escena podemos percibir a éste de forma integral. Quizás en ocasiones notaremos algunos cambios, pero el desenlace siempre es el mismo. Se establece una cantidad monetaria que seguramente es importante para la sustentación básica del ser humano, pero que claramente, no le permite vivir con dignidad.
Hoy tenemos el concepto errado de lo que es justo para nuestros trabajadores, me parece inconcebible que en nuestro país existan contrastes sociales tan marcados.
Del mismo modo, creo que hay un gran nivel de incongruencia cuando las autoridades manifiestan que en 2020 ingresaremos a la nómina de países desarrollados. De acuerdo a esto yo me pregunto ¿tenemos claro cuál es el salario mínimo en estos países? En Alemania – por ejemplo- el mínimo establecido sextuplica al de nuestro país, lo que equivale a un millón trescientos cincuenta mil pesos chilenos. Si bien es cierto que hay una serie de indicadores que no nos permiten compararnos de manera pareja con otras economías, creo que este monto es una arista relevante a considerar para medir nuestro desarrollo.
Ante lo mencionado, muchos pensarán que no se puede hacer este tipo de balances, pero una de las causas de mayor discrepancia ante este asunto, es la relación que se genera entre los que ganan menos con los que ganan más, pues entonces ¿cómo justificamos que la dieta parlamentaria sea veinte veces mayor a la remuneración mínima en nuestro país?
¿Cómo justificamos que en 10 años el sueldo mínimo en Chile haya aumentado $53.086 pesos, mientras que la dieta parlamentaria se acrecentó en $1.986.517 desde 2004 a la fecha?
Estas cifras son un referente que nos hace dudar de qué tan justos estamos siendo con los trabajadores de nuestro país. Frente a estas disimilitudes, sólo quienes forman parte de la denominada “bancada estudiantil” – Gabriel Boric y Giorgio Jackson- han alzado la voz con la finalidad de equiparar esta situación.
A modo de ejemplo ante las diferentes posturas que se han expresado en torno a esta polémica, cabe destacar la posición de monseñor Alejandro Goic, quien en 2007, manifestaba que el sueldo mínimo se debía transformar en un sueldo ético, cifrándolo en 250 mil pesos. Si este monto lo sentamos en el presente, ese “sueldo ético” bordearía los 315 mil pesos. Sin duda un monto bastante más aceptable que el acordado recientemente por la CUT y el Gobierno, 225 mil pesos.
Frente a esta discusión, no podemos dejar de lado un término que define y envuelve en totalidad esta discusión: Justicia. Y es que en el fondo lo que los trabajadores quieren es un sueldo más justo. No es posible que sigan aumentando las brechas sociales y la distribución de ingresos se centre en el porcentaje mínimo de la población.
El Padre Alberto Hurtado definía claramente su postura con respecto al tema señalando, “La justicia es una virtud fundamental, pero impopular, es que hay muchos que están dispuestos a hacer la caridad pero no se resignan a cumplir con la justicia, están dispuestos a dar limosnas, pero no a pagar el salario justo”.
Estas palabras son el fiel reflejo de nuestra tarea en este ámbito, la que sin duda debe estar de la mano con la necesidad de formar una sociedad más equitativa, más justa, que permita a los trabajadores una vida digna en salud, vivienda, educación, etc., pues finalmente quienes forman parte de los sectores más vulnerables de nuestro país se comen las migajas de una torta que al parecer, está bastante buena.