A propósito de la visita a Chile del psicobiólogo mexicano José Luis Díaz, quien investiga las relaciones entre cerebro, emoción y música, es importante preguntarnos ¿qué podrían tener en común un político, escritor, médico, periodista y revolucionario con un economista, profesor universitario, investigador en el campo de la teoría monetaria y defensor del libre mercado? Aparentemente, nada.
Sin embargo, un curioso fenómeno les fue común a Ernesto “ Che” Guevara y Milton Friedman, ambos padecían de un trastorno perceptivo auditivo denominado Amusia Congénita, un déficit hereditario de percepción tonal melódica. Podían escuchar música, pero no apreciarla; tampoco podían cantar o ejecutar un instrumento musical con afinación.
La música es para muchos la forma más grande del arte; para otros es el orden puro, vale decir, la sutil energía cuántica que constituye la expresión del cosmos, desde la invisible fuerza que hace brotar una plantita hasta el ritmo estacional de la Tierra orbitando alrededor del sol.
Para los antiguos sabios hindúes, el sonido fue primario, de el nació la luz y de ésta, la materia. El sonido, es decir, particulares ondas vibratorias, podría haber dado origen al universo. Cada elemento de dicho universo vibra, “suena”, generando esa misteriosa “ música de las esferas” de la que hablaba el matemático griego Pitágoras.
En nuestro interior ocurre lo mismo, un sutil ritmo vital de naturaleza vibratoria, constantemente roto por los estímulos provenientes del exterior.Nuestro organismo también es música.
Desde el sonido surge la música como pulso, ritmo, cadencia, coloratura, timbre, intensidad, métrica. Puede haber desacuerdo en que la música constituye la expresión máxima del arte, pero nadie puede desconocer que es la expresión humana más misteriosa e inasible, esquiva a todas las miradas, desde el ojo reflexivo del filósofo, al ojo escudriñador del neurobiólogo.
La música está siempre presente en los seres humanos, acompañándole en su devenir social. Constituye uno de los indicadores más fieles de los procesos históricos y culturales; a través de ella es posible comprender los significados de la conducta humana.
El ser humano posee un cerebro dotado de un talento innato y privativo de la especie: la capacidad de percibir y apreciar melodías, de ejecutarlas tanto mediante la voz como a través de instrumentos, de bailar al ritmo de la música, de crear música, de acoplar la experiencia musical con la emoción y de incrementar sus destrezas cognitivas , socio afectivas y espirituales a partir de todas estas experiencias .
Todos los niños,con excepción de quienes son portadores del cuadro llamado Amusia Congénita, están diseñados para percibir melodías desde el nacimiento; para apreciar la belleza de la música; a partir de los dos años, para ejecutarla, crearla y bailar a su son.
Y todos ellos están diseñados para alcanzar niveles de destreza en la apreciación y ejecución musical, en la medida que el estímulo y el ejemplo familiar y la educación escolar sean propicios.
La ejecución musical temprana y sistemática incrementa la inteligencia además de desarrollar una particular sensibilidad.Lamentablemente, ella ha estado excluida de la formación integral del niño en nuestro país, relegándola a una “Educación Musical” curricular que enfatiza aspectos conceptuales y cultura musical, pero se mantiene ajena a una verdadera formación musical integral.
Colocar a la música en el lugar preeminente que le corresponde en la formación del niño es una tarea pendiente en estos tiempos en que se habla de cambios en la educación.