Hace una semana, la tragedia del enorme incendio en la ciudad de Valparaíso, conmovía a Chile entero. Horas después, sin llamamiento previo, por su propia inspiración e iniciativa, una vastísima movilización de jóvenes voluntarios surgía con una mística incontenible.
El estado de catástrofe decretado para responder más eficazmente a los requerimientos generados por la emergencia, permitió observar la fusión de la energía de miles de jóvenes de las aulas universitarias y secundarias con los jóvenes provenientes de las diferentes instituciones de la Defensa Nacional.
Meses atrás, a raíz de cumplirse cuatro décadas desde el derrumbe de la democracia y la implantación de la dictadura, en muchos foros, una vez más, se hizo la pregunta acerca de sí Chile, era o no, un país reconciliado consigo mismo y capacitado para mirar el futuro, sin el riesgo de una fractura en su ser nacional.
La fuerza multitudinaria de la solidaridad hacia Valparaíso, indica firmemente que el reencuentro nacional es un hecho instalado profundamente en el corazón de las nuevas generaciones, que independientemente de las posiciones divergentes sobre nuestro pasado histórico reciente, existe en el alma nacional una actitud común, una visión que nos hermana y reúne cuando una tragedia golpea al país.
Chilenos y chilenas sentimos que se debe socorrer y levantar al hermano en desgracia, y la juventud chilena tomó el liderazgo de ese esfuerzo.
En la aldea global que nos cobija se vive de manera tan vertiginosa, se suceden los hechos en una dinámica imparable, que provoca una realidad tal que las personas se distancian de sus respectivos desafíos como país.
Además, no pocos Estados están tan debilitados que sus naciones se dividen y sucumben ante nuevos y radicalizados separatismos, creados por el resurgimiento de antiguos nacionalismos.
En Chile, no obstante la necesidad de encarar el desafío de la desigualdad, frente al cual hay diversas visiones, se registra una convergencia de quienes constituimos el país, de estar unidos en lo esencial, de fortalecer la democracia y superar sus carencias.
Chile se define desde sus hijos, no desde el mercado, la nación se forma desde un compromiso de pertenencia, básico e irreemplazable que, ante la desgracia y la catástrofe que ha sacudido a Valparaíso se ha manifestado con una potencia y envergadura que permite tener confianza en el futuro.