Observo el problema desde el lado cultural del asunto.Es decir, de cómo hacemos las cosas los chilenos. Qué discutimos, qué nos preocupa, cómo nombramos las cosas y qué queremos decir cuándo las nombramos. O qué no queremos decir.
Primero que nada, me parece improcedente la ley del 20% de música chilena en las radios porque el concepto de música chilena, que tiene una fuerte connotación identitaria y patrimonial, es equívoco tanto en lo referente a “música” como a “chilena”.
En rigor, el mentado proyecto de obligatoriedad del 20% de “música chilena” tiene que ver con mejorar las posibilidades de ingresos de los músicos nacionales y de la SCD más que salvaguardar nuestra identidad y proteger el patrimonio nacional.
Esto, porque dicho proyecto se basa en una ley que define música chilena como cualquier música interpretada por chilenos. De este modo, la ópera Aída en el Teatro Municipal de Santiago a cargo de un elenco nacional ya es “música chilena” para efectos de este proyecto. No sería necesario intercalar tonadas y cuecas para cumplir con la ley como sarcásticamente proponía un lector mercurial semanas atrás.
Los músicos chilenos necesitan y merecen mejorar sus posibilidades laborales.En los últimos años se ha avanzando con paso firme en esa dirección, aumentando la red de salas a lo largo del país y modificando la Patente de Cabaret que restringía las presentaciones en vivo en bares y restaurantes.
Todavía se puede avanzar aún más, especialmente en una época en que la música en vivo ha recobrado toda su fuerza ante la crisis de la industria discográfica.
Ahora bien, cómo hacerlo ¿con la zanahoria o con el garrote? Si es con el garrote, va a ser la propia empresa privada la que deba asumir los costos. Si es con la zanahoria, será el Estado el que deba subvencionar parte de la actividad laboral de nuestros músicos, con incentivos a las radioemisoras para que difundan su trabajo. Situar la discusión dentro de sus alcances reales es mucho más efectivo en la búsqueda de consensos y soluciones.
Segundo, estoy en contra de esta ley porque si se logra aprobar, soy un convencido que el tema de la música chilena va a desaparecer del debate público.
Unas radios cerrarán. Otras transmitirán más de lo mismo de músicos nacionales que ya transmiten en un 14%: balada romántica, balada ranchera, regatón y algo de folklore. Mientras tanto, los asuntos que sí importan para el fomento de la música chilena, formación, internacionalización e industrias culturales, seguirán en el olvido y sin que ningún organismo realice campaña alguna por ellos.
Desde un punto de vista cultural, resulta lamentable que organismos tan prestigiosos como la Sociedad de Escritores de Chile, la Unión Nacional de Artistas y los propios actores chilenos le envíen cartas al Presidente de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor abogando por la defensa de la música chilena en base a la obligatoriedad del 20%. Nadie les aclara que literatura chilena no es lo mismo que música chilena.
Literatura no incluye esta columna, las noticias del diario o la publicidad impresa. Esos son simples textos, no literatura. En cambio música, incluye desde una canto Ona grabado en cilindro de cera en 1908 hasta “El baile del perrito”, pasando por la Cantata Santa María de Iquique y los ringtones de mi celular.
De este modo si no tenemos claro lo que es “música” ni lo que es “chilena”, cómo vamos a apoyar una ley que obliga a difundir una nebulosa abstracta; una ley que aparentemente zanja todos los problemas de los músicos chilenos ante la opinión pública y que va terminar con la preocupación del Parlamento con el tema “música” y “chilena” por muchos años más.