Estoy consciente que abogar por una solución al tema de la salida al mar de Bolivia no resulta popular. Para muchos de mis colegas “políticos” es mucho más fácil deslizarse por el suave tobogán de decir las cosas como quieren ser escuchadas, no caer en renuncios “quemándose” con ideas o sugerencias que apuntan a decisiones impopulares.
Muchos de quienes así se comportan entienden que esa es la “política ciudadana”, es decir, estar bajo el calorcito de las frases que gustan al hombre de la calle y flotar indefinidamente, por siempre, sin mayores complicaciones gozando del status de gran señor.
Pero así no se defiende el interés nacional ni se fortalece la democracia. Así no se conducen ni orientan los grandes desafíos que enfrenta toda sociedad.
He manifestado que como país debiésemos enfrentar con resolución y claridad el tema de la salida al mar de Bolivia porque así lo aconseja la perspectiva estratégica de Chile como nación.
Mi posición arranca de un compromiso absoluto con la paz y la seguridad del país, valores esenciales con los que no se puede jugar ni tampoco improvisar.Vivimos en una sociedad global y quienes todavía lo dudan tienen en el mismísimo fallo de la Corte de la Haya una ratificación elocuente de ello.
La controversia entre Colombia y Nicaragua, las conversaciones que buscan una solución a la tragedia de Siria, la propia situación de medio oriente en su conjunto, los acuerdo con Irán de la comunidad Internacional, la realización de la reciente CELAC en la Habana, en un hecho sin precedentes indican la vitalidad del escenario global.
El país que quiera vivir aislado no podrá hacerlo, aquel que lo dude debe recordar a Sadam Hussein y si algo se pudiese conseguir con una posición estratégica de aislamiento sólo será un paréntesis por breve tiempo que prontamente acabará, como lo intentó y fracasó en ese propósito el régimen del Apartheid en Sudáfrica.
Chile si se mantiene inmóvil, si no es capaz de actuar a tiempo con una propuesta realista y constructiva irá paulatinamente debilitando su propia ascendencia y autoridad en un tema delicado y sensible para la comunidad internacional.
Es más fácil refugiarse en la arrogancia verbal que operar con realismo político. De hecho en una bencinera un señor me dijo ”na´de mar pa’ Bolivia”, muy bien le respondí, esperemos entonces un resultado que tenga un mayor costo y se tenga que acatar a regañadientes.
Chile puede fortalecer su posición internacional y “blindar” su soberanía, sobre la base de la propuesta de Charaña, es decir, de una franja territorial para Bolivia que se extienda a lo largo de la línea de la Concordia, desde la cordillera hasta el mar y que puede ser cedida, evitando que el país quede “cortado” como sería con un pasadizo en cualquier otro punto geográfico del norte.
Para ello tendría que suscribirse un pacto de amistad y alianza a perpetuidad entre ambas naciones, que entregaría a las generaciones futuras una patria con una solidez que pocos Estados pueden tener.
Avanzaríamos decisivamente en el gran objetivo de la paz y seguridad para Chile, que por sobre cualquier retórica es el gran sentido, el fundamento esencial de una política de Estado que resguarde eficientemente la defensa del país y la soberanía nacional.
Sabemos que una solución de esta naturaleza no se resuelve de un día para otro.Algunos dirán que es inviable. Para abrirle paso se necesita convicción y tenacidad, sin olvidar que por su propia fortaleza, ésta alternativa requiere tiempo para que vaya cobrando viabilidad y, además, deberá ser capaz de lograr que el propio Perú concurra a la misma, aunque se ha mostrado completamente renuente y contrario a ella.
Precisamente por lo mismo la estrategia de Chile no debe favorecer las intenciones peruanas excluyéndolo o exonerándolo de toda responsabilidad o costo frente a la comunidad internacional. Una propuesta pública, realista, de buena voluntad y con perspectiva de futuro logrará modificar la posición a la defensiva para Chile “como mal vecino” con lo que hasta la fecha se está presentando este tema en los diferentes escenarios del mundo global.
Nada más importante que dejar para el futuro una paz consolidada y una patria con una posición de una incontrovertible seguridad y con peso en la comunidad internacional que sería de una potente y decisiva legitimidad.