05 dic 2013

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El creciente retroceso de Chile en América Latina implicará un desafío para el nuevo gobierno de la doctora Michelle Bachelet, quien tendrá que replantearse las relaciones con nuestros vecinos, en especial los resquebrajados lazos con Ecuador, Bolivia y Venezuela, amén de Brasil.

La ex presidenta deberá enfrentar este reto con una serie de tensiones al interior de la Cancillería chilena, entre quienes ingresaron al servicio durante la dictadura militar (1973-1990), y participaron de sus operaciones, y quienes se formaron como diplomáticos en democracia.

En lo evidente, además del juicio marítimo fronterizo con Perú en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Chile enfrenta dificultades por las distancias cada vez mayores con Ecuador y Bolivia, país que también nos demandó por motivos territoriales ante la CIJH.

El gobierno de Sebastián Piñera privilegió, con consecuencias que hoy lamentamos, una estrategia diplomática esencialmente comercial, nombrando incluso como canciller a un director de Falabella como Alfredo Moreno.

La ex presidenta Bachelet, en reunión con la prensa internacional, ya deslizó críticas al rumbo adoptado en política exterior de un país de 17 millones de habitantes que llegó a tener hasta hace unos meses la dirección simultánea de la OIT, la OEA y ONU-Mujer los últimos años.

En especial, Bachelet expresó sus dudas por el privilegio dado a la mercantil Alianza del Pacífico con México, Perú y Colombia, en desmedro de una estrategia más global en la región.“Desconozco por qué se hizo”, dijo.

En opinión de diversos diplomáticos, Chile debería apuntar ahora a diversificar sus acciones en la región, para recuperar terreno diplomático.

Pero no todas las preocupaciones son iguales o reducidas a temas de políticas específicas.Ecuador es una pérdida mayor para la diplomacia chilena.

Tras siglos de cooperación, Quito tomó distancia los últimos años de Santiago y adoptó posturas favorables a Perú y Bolivia, países con los que Chile mantiene litigios o incordios fronterizos.

Atrás quedaron los tiempos en que el otrora embajador chileno en Quito, Enrique Krauss, era incluso invitado a las reuniones de gabinete del presidente Rafael Correa, con quien bromeaba de fútbol.

Atrás quedaron también los tiempos de lazos cercanos e incluso de larga amistad entre los presidentes de Chile y Brasil, como sucedió entre Ricado Lagos y Fernando Henrique Cardoso o entre Bachelet y Lula, respectivamente.

La actual presidenta brasileña, Dilma Rousseff, jamás concedió una visita oficial a Chile, en el marco de la preeminencia que Santiago otorgó a la Alianza del Pacífico, que abre puertas de influencia a México en Sudamérica, algo no deseado por Itamaraty.

Dos nombres suenan como futuros cancilleres en los pasillos diplomáticos chilenos. Uno es el del ex director de la Organización Internacional del Trabajo Juan Somavía y otro el del ex embajador en Estados Unidos José Goñi, un hombre cercano a Bachelet.

Quien asuma deberá observar estos temas, además de las responsabilidades de los próximos años por la llegada de Chile al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como miembro no permanente.

Todo ello coincidirá con las fuertes tensiones sociales que sacuden al país desde las protestas sociales que estallaron en 2011, que restaron atención a lo exterior, y con las divisiones político-generacionales al interior de la Cancillería.

No en vano, al interior de Relaciones Exteriores conviven hoy diplomáticos que participaron en las acciones de la Operación Cóndor (de represión regional por parte de las dictaduras sudamericanas) y la lucha contrainsurgente en Centroamérica, como prueban archivos secretos de esos años, con otros ingresados al servicio en democracia.

Son dos almas, dos proyectos en juego que comenzarán a dilucidar opciones desde marzo de 2014, cuando asuma el nuevo gobierno, en el que participa el Partido Comunista, que ya expresó en palabras de su presidente, Guillermo Tellier, su deseo de ocupar cargos en Cancillería.

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