La candidatura de Michelle Bachelet está realizando un gran esfuerzo con el propósito de convocar a sufragar el próximo 15 de diciembre, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La idea es clara: asumir que la tarea del bloque “nueva mayoría” es doblegar la postulación de la derecha y al mismo tiempo, vencer la indiferencia, desinterés o desencanto en una franja significativa del electorado.
En efecto, la lucha para disminuir el abstencionismo electoral es también para dotar de mayor potencia el ímpetu con que mañana sea impulsada la concreción de las reformas sociales comprometidas, en el caso de ser electa, por el liderazgo de Bachelet. Se trata de otorgar a dichas reformas la amplitud y legitimidad indispensables para llevarse a cabo en el nuevo escenario nacional, aquel que se configurará después de las elecciones.
Para nadie puede resultar un misterio que mientras menor sea la distancia entre ambas candidaturas, mayor será el empeño de los grupos o fuerzas retardatarias para frenar o bloquear las reformas que como la educacional o la tributaria, la de salud o la de cambios constitucionales y laborales, están planteadas en la agenda nacional.
Esos sectores inmovilistas y de acendrada vocación conservadora estarán permanentemente dispuestos a torpedear o anular el impulso reformador que se incubó en la sociedad chilena a más de veinte años de concluida la dictadura y que el gobierno de Piñera fuera incapaz de aceptar e incluso de comprender profundamente.Mientras mayor sea la abstención esa acción contestataria hacia las reformas se hará más fuerte.
El tema de fondo, la lucha contra la desigualdad encuentra en las transformaciones señaladas un instrumento esencial, para avanzar en limitar la brecha social existente y robustecer la institucionalidad democrática.
Esta es una mirada de largo plazo, las reformas sociales permiten renovar y ensanchar los límites del sistema democrático, versus la mirada rígida e inmovilista que se plantea en un país estático, apoyado exclusivamente en la variante del crecimiento económico, que la realidad demuestra a gritos que es estrecha para la amplitud del desafío a enfrentar y resolver por el bloque democrático reunido en la “nueva mayoría”.
Se trata de un proceso reformador, de una estrategia inclusiva y de largo alcance, no de un salto al vacío, como acusan en la derecha con añejas campañas y tampoco sin altos grados de complejidad, como se imaginan algunos que piensan que los cambios sociales son muchos más fáciles de realizar, de lo que en la realidad resultan ser.
Desde mi punto de vista, por su ya evidente postulación presidencial para el 2017, Sebastián Piñera, y junto a él, un sector preponderante en la derecha, se orientan cada día más hacia el bloqueo de las reformas pendientes.
De las inversiones en las sociedades anónimas deportivas han adoptado el criterio de “tapar los espacios” en los cuales se pueda mover y actuar el “rival”, en este caso, el futuro gobierno de la “nueva mayoría”. En el debate relativo al presupuesto nacional para el 2014 se tomó la palabra una línea de obstrucción y no de colaboración.
Por eso, desde La Moneda se inflan debates intrascendentes, una suerte de penosa guerrilla política que mas aleja a la ciudadanía, en que lamentablemente muchas veces se cae desde las filas de la oposición.
El gobierno envía leyes artificialmente formuladas para alimentar conflictos que le permitan retener el menguado control que mantiene sobre las bancadas oficialistas. Al final de cuentas no les importa que la gente vaya a votar.Le mueve motivar sus huestes más sectarias y furibundas.
No me extraña el bajo nivel del discurso gubernativo. Está hecho para que no haya motivación ni un debate público con altura de miras y sentido nacional.
Por eso mismo, para la “nueva mayoría” la amplitud de su convocatoria resulta ser un factor esencial.El proceso reformador para salir airoso de tantos retos que deberá enfrentar requerirá del máximo de fuerzas y voluntades, de las inspiraciones más diversas y de un abanico político tan ancho y, en ningún caso menor, que la actual configuración del bloque bacheletista.
No se debe olvidar que la derecha piñerista espera que las reformas no se realicen para volver en gloria y majestad. De manera que no hay que desviarse en otras direcciones y proponerse la cabal realización del programa comprometido con la sociedad chilena, a fin de reabrir un ciclo de gobiernos progresistas y de avanzada social en nuestra patria.
Las reformas sociales necesitan votantes que las respalden.El abstencionismo es seguir igual, es apostar al inmovilismo.
El abstencionismo es enemigo de las reformas.