Como supongo que pocos tendrán la posibilidad de leer entero el último documento del Papa Francisco, me parece oportuno dar a conocer sus reflexiones críticas sobre la economía global actual, en especial cuando se pretende manipular políticamente el mensaje religioso en la presente campaña electoral.
El Papa comienza por rechazar una economía de la exclusión y la inequidad, regida por la ley del más fuerte que eleva a la competencia como valor supremo por sobre la solidaridad. Una economía que deja fuera a grandes masas marginadas, sin trabajo y sin horizonte vital, como ha ocurrido en los países desarrollados con la “generación perdida”, como consecuencia de la crisis financiera internacional.
Es algo más que la explotación y la opresión. La marginación rompe el cordón umbilical de la persona con la sociedad. Los excluidos sobran. Hay una actitud generalizada de indiferencia hacia los que sufren en las fronteras de la sociedad, como ocurre con los migrantes.
El Papa rechaza que “algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”.
La insensibilidad hacia la injusticia es la anestesia propia de la cultura del bienestar.Una de sus causas está en el papel preponderante que le damos al dinero en la escala de los valores, por sobre la primacía de la persona humana, que se aprecia según su capacidad de consumir.
Cuando se afirma la autonomía prácticamente absoluta de los mercados y se rechaza la capacidad regulatoria de los Estados, encargados de velar por el bien común, “se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral e implacable sus leyes y sus reglas”. Lo que va unido a una corrupción generalizada y a una tolerada evasión fiscal.
Ninguna realidad frágil resiste ante las exigencias de este sistema social y económico “injusto en su raíz”: ni la suerte de los débiles, ni el equilibrio del medio ambiente.
Estas injusticias forman el caldo de cultivo de la violencia.Mientras no se abran las puertas a todos los excluidos, el Papa afirma que cualquier programa político, policial o de inteligencia será estéril para conseguir seguridad y tranquilidad.Ellas cuando cristalizan en estructuras sociales, socavan silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca.
“El consumismo desenfrenado” señala Papa Francisco –“ unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social. Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás…Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una «educación» que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos”.
En su exhortación el Papa retoma la reflexión crítica de la Iglesia sobre el capitalismo salvaje o sin límites y denuncia sus efectos destructivos, y vuelve a propugnar con fuerza un equilibrio nuevo entre Estado, mercado y sociedad civil en cada país y a nivel global, como el esquema más adecuado para garantizar los derechos de todos y evitar la exclusión de los sectores más débiles.Termina anhelando que cada vez más políticos se abran hacia esta perspectiva de cambio.
Nunca me ha parecido adecuado mezclar religión y política. No creo en aquellos que se presentan como celosos guardianes de los valores y de la fe, ni menos en quienes pretenden aplicar lo que consideran “principios bíblicos” directamente a la organización de la sociedad.
Al menos desde fines del siglo XIX, la Iglesia ha luchado contra el fundamentalismo religioso y ha afirmado el valor de una política que respetuosa del pluralismo y de la libertad de pensamiento de todos. En democracia no se puede imponer el propio criterio, sea religioso o laico.Menos se puede llevar aguas al propio molino electoral reduciendo el mensaje cristiano a un conjunto de consignas de fácil venta.
Si queremos hablar en serio de economía y de política, harían bien todos con meditar las reflexiones del Papa sobre las negativas consecuencias que trae consigo una economía abandonada a su propia lógica de ganancia. ¿No se ha dicho que el peor enemigo del capitalismo es el propio capitalismo?
Luego de la crisis mundial del 2008 en que se mostró el verdadero rostro de una economía desregulada, el papa Francisco llama a todos a buscar nuevos derroteros de desarrollo con inclusión social.
Que cada cual saque sus propias conclusiones.