En Santa Fe, Argentina, visitando con Verónica un blanco y hermoso Monasterio Franciscano lleno de azaleas rosadas, nos encontramos con el padre Juan.
Con sus 76 años y un pelo blanco casi ralo, en medio de su simpatía acogedora y una típica verborrea argentina, y después de inquirir nuestra nacionalidad chilena, me preguntó a boca de jarro cuantos evangelios existían.
Cuando respondí que los evangelios canónicos eran cuatro, con un aire ligeramente socarrón y sus ojos luminosos, me corrigió diciéndome que eran cinco.
El quinto es la propia Iglesia instalada en la vida y el mundo aclaró, si mal no recuerdo, y muy divertido frente a mi cara de sorpresa, después de contestar una llamada en su celular, se retiró de forma cansina, tras regalarme un libro de San Francisco y mencionar a su Papa, el del “poder del servicio”, con indisimulado orgullo.
Sí es así, la “voz que clama en el desierto”, a través del Papa Francisco, es la del propio Cristo.Es el Cristo de ayer, de hoy y de siempre que denuncia:“El actual sistema económico nos lleva a la tragedia. Los ídolos del dinero nos están quitando nuestra dignidad”.
Es Él, que refiriéndose a la cesantía no duda en levantar su voz crítica frente al drama de los cesantes al plantear frente a ellos en Europa.
“Perdonad si estas palabras son un poco fuertes, pero digo la verdad: la falta de trabajo te lleva a sentirte sin dignidad. ¡Donde no hay trabajo no hay dignidad! Y esta tragedia es la consecuencia de un sistema económico que ha puesto en el centro a un ídolo que se llama dinero…Pero Dios ha querido que en el centro estén el hombre y la mujer y que lleven adelante el mundo con su trabajo. ¡Pero aquí manda el dinero! Y caen los ancianos porque en este mundo no hay un puesto para ellos. Se trata de una eutanasia escondida, no los cuidamos, no los tenemos en cuenta.”
Es el Quinto Evangelio que proclama la necesidad de luchar contra “La globalización de la indiferencia”.
Es el propio Cristo que le recuerda al mundo: “Me siento muy cercano a los que sufren…Señor (Padre) no nos dejes solos.Ayúdanos a ayudarnos entre nosotros, a olvidar el egoísmo.”
El padre Juan, tenía razón con el Quinto Evangelio.
Sólo hay que descubrirlo y aprender a escucharlo y leerlo, porque se escribe diariamente en el rostro y la conducta de cada persona.