Patricio Melero, presidente de la UDI, declaró a propósito de los 40 años del golpe de Estado que “la superioridad moral que la izquierda se arroga dificulta un mea culpa de la centroderecha”. Agregó que hay un doble estándar irritante de parte de los sectores que “condenan las violaciones de los derechos humanos en Chile y las justifican en Cuba y en otras partes” (La Tercera, 1/09).
¿Y qué pasa con quienes condenan las violaciones de los derechos humanos en Cuba y justifican las ocurridas en Chile? Si reclamamos coherencia, lo que corresponde es condenar sin ambigüedades los crímenes de acá y de allá. Solo merece respeto una actitud que no relativice la defensa de los derechos humanos en función de las conveniencias partidistas.
Necesitamos extraer ciertas lecciones esenciales de todo lo que nos pasó con el fin de fortalecer el compromiso con los valores de la democracia.El espíritu de trinchera no nos ayuda a eso. Por desgracia, la campaña electoral tampoco.
A propósito del acto de conmemoración que prepara el gobierno en La Moneda, y aludiendo a la referencia que hizo el Presidente Piñera de quienes fueron “cómplices pasivos” de las violaciones de los derechos humanos, el diputado Osvaldo Andrade, presidente del PS, declaró el pasado lunes : “Buena parte de esos cómplices pasivos están en el propio gobierno y respaldan la candidatura de Evelyn Matthei. No nos es posible hacernos parte de esa actividad, acá hay víctimas de verdad”.
Muchos militantes socialistas fueron asesinados por la dictadura, pero por respeto a su memoria cabría esperar una actitud sobria de sus camaradas dirigentes, que no agite banderas y que, en cambio, muestre ante el país una posición irreprochablemente republicana. Al fin y al cabo, las diferencias no han impedido que los parlamentarios del PS convivan con los de la derecha.
Nada justificará nunca los crímenes de la dictadura. Pero eso no significa inhibirnos respecto de revisar rigurosamente la historia, lo que incluye no esquivar el juicio crítico sobre el gobierno de la Unidad Popular.
La izquierda que gobernó con Allende tiene una dramática responsabilidad por la dinámica que condujo al país a un atolladero. Hoy sabemos que no se puede hablar impunemente de la lucha armada, como lo hizo un sector de la izquierda en aquellos años, sin socavar las bases de la convivencia en libertad y alentar diversas formas de aventurerismo. La palabrería del “enfrentamiento inevitable” terminó favoreciendo la acción de quienes asaltaron el poder a sangre y fuego.
En 1973 era vital salvar la “democracia burguesa”, como se la calificaba entonces con desidia; sin embargo, la irracionalidad política lo impidió.De ese modo, se derrumbó el dique de civilización que representaba esa democracia despreciada por los revolucionarios.Fueron Pinochet y los extremistas de derecha los encargados de demolerla.
En el núcleo de nuestra tragedia está el hecho de que para un sector lo más importante era “hacer la revolución”, mientras que para otro lo más importante era impedirla. Esa fue la lógica que llevó a Chile al despeñadero.
¿Influyeron los intrusos en nuestra tragedia? Ello está ampliamente demostrado, en particular la intromisión del gobierno de Richard Nixon y del régimen de Fidel Castro,pero el desenlace fue ante todo el resultado de la confrontación dentro de Chile.
Pinochet no apareció de pronto entre nosotros, hubo un proceso de debilitamiento del Estado de Derecho que permitió que él se instalara en el poder y gobernara del modo que lo hizo. El reto es impedir que se reproduzcan las condiciones que lo hicieron posible.
Por todo esto, hay que valorar cada gesto de autocrítica que surja en estos días. Es el caso del senador Hernán Larraín, que ha pedido perdón por la responsabilidad de omisión respecto de lo ocurrido bajo la dictadura y ha expresado su deseo de contribuir a la reconciliación.
También hay que resaltar la franca autocrítica de Oscar Guillermo Garretón, miembro destacado del PS (El Mercurio, 1 de septiembre). Se trata del ex dirigente de la Unidad Popular (fue subsecretario de Economía del gobierno de Allende y secretario general del MAPU) que ha llegado más lejos en el examen descarnado de la experiencia de la izquierda y las causas de su fracaso.
Podemos aprender de la historia a condición de que no busquemos explicaciones acomodaticias que, finalmente, no aportan nada provechoso a las nuevas generaciones. Y el país necesita que los jóvenes adhieran sin vacilaciones a la vida en democracia, que rechacen la violencia como método político, que estén dispuestos a defender siempre las libertades.
La conmemoración será provechosa si, además de recordar a los compatriotas caídos en aquellos años oscuros, reforzamos el compromiso de proteger y perfeccionar la democracia que tanto nos costó recuperar.