“Y entonces, sólo entonces, cuando sean borrados
cuando nadie recuerde el odio de sus nombres
y entre manos aladas volvamos a encontrarnos
desde las trizaduras de esta historia enlutada
sobre la sangre entera vertida de mi tierra
volarán golondrinas, trigales y poemas.”
Como muchas veces, la poesía parece ser nuestra pitonisa, la que nos adelanta hechos, la que de la mano sensible del hablante nos da chispazos de futuro.Eduardo Carrasco, uno de los fundamentales hablantes chilenos, es quien nos regala los versos que están al inicio de este texto.
En su poema Los Dictadores, Carrasco con aguda desesperación, con la rabia hecha poesía, nos muestra el cuándo. ¿Cuándo podremos dejar de sentir este dolor? Dolor transversal, social, dolor de los otros y por ende, dolor nuestro. Dolor en las imágenes, en las palabras, en los recuerdos.
¿Cuándo las lágrimas dejarán de salpicar al abrir un nuevo antecedente de horror?(Cuando nadie recuerde el odio de sus nombres).
Sabemos que nuestro pasado está vivo y habitando con nosotros. Sabemos que la memoria, no respeta las fronteras del ayer y el hoy, y que el siempre pasajero presente, dialoga de manera permanente con ese abierto pasado.
E.H. Carr decía que la historia no era más que ese diálogo permanente entre el presente y el pasado. La belleza de esta característica simple y sencilla de la historia, da cuenta a su vez, de una tarea muchas veces no tan sencilla y no tan simple de recordar o de dialogar con el pasado.Diálogo muchas veces doloroso.
¿Cómo no doler, cómo no caer en profunda reflexión al darse a conocer casos como el de aquel niño (hoy hombre) al que le asesinaron a sus padres y él, aferrado al cuerpo sin vida y ensangrentado de su madre veía cómo ese universo de niño era destrozado por una bota ennegrecida?(Voy a clavar sus manos a la cruz del obrero y colgaré en sus cuellos toda la cesantía).
Han pasado 40 años, es cierto. 40 años de silencio por parte de las FF.AA. y de gran parte de los civiles que sustentaron el régimen genocida de Pinochet. No recuerdo que estos civiles hubieran pedido perdón. Perdón a esos que fueron dejados en el desamparo más absoluto.
¿Sabrán los civiles cómplices que hasta hace sólo unos años atrás todavía una mujer buscaba a su padre desaparecido en dictadura?
¿Sabrán estos civiles (y militares) que hoy siguen silenciando crímenes, que esa mujer se detenía cada vez que veía un hombre en situación de calle, esperando que fuera su padre?
Por último, ¿sentirán alguna vez, estos civiles cómplices que se siguen deleitando del dolor ajeno, el desgarro de esa mujer cuando hace sólo un par de años le entregaran los restos de ese padre tanto tiempo buscado? (Voy a hacer uniformes con los gritos de auxilio y vestirlos de miedo junto a sus escritorios).
Se necesita hacer una reflexión profunda como sociedad sobre los horrorosos crímenes de la dictadura, que sirvieron para montar un modelo monstruoso en lo económico y un modelo excluyente en lo político.
Es necesario que aquellos que formaron parte de esa maquinaria genocida que durante 17 años enlutó el paisaje chileno, hagan un mea culpa y aporten información relevante que ayude a esclarecer dolores. Los hoy paladines de la unidad, deben dar explicaciones. La candidata de la derecha cómplice, debe dar explicaciones.
En esta conmemoración de los 40 años del golpe doloroso, se abrirán diversas instancias de reflexión. Una de estas instancias será el Seminario Internacional “A 40 años del Golpe de Estado en Chile. Representación, relato y memoria. Un debate abierto” que organiza la Corporación Parque por La Paz Villa Grimaldi, un ex centro secreto de torturas y exterminio, de ahí lo potente de este espacio de reflexión que se llevará a cabo en el Café Literario Balmaceda en Providencia el día 10 de septiembre.
Es de esperar que a estos espacios puedan asistir una gran cantidad de personas para que en conjunto se puedan establecer ciertas bases de reflexión en torno al rol que nos compete hoy.
A 40 años del golpe más extremo de violencia y de terrorismo de Estado en Chile, como una sociedad crítica que no debe tolerar actos de injusticia como los cometidos en el pasado, pero tampoco actos de injusticia y de silencio cómplice como el que aun hoy mantienen sectores de la derecha chilena que ampararon, apoyaron y siguen justificando la violación sistemática de los Derechos Humanos en nuestro país.
Solo de esta manera, es decir, solo impidiendo que este silencio se siga manteniendo en nuestro país, podremos construir una verdadera sociedad democrática, y, tal y como dice el gran Eduardo Carrasco, entones, solo entonces, cuando entre manos aladas volvamos a encontrarnos… volarán golondrinas, trigales y poemas.