Este fin de semana se ha dado inicio a una nueva versión del campeonato nacional de fútbol, y más allá de los intrascendentes resultados de la primera fecha, que sólo marcan una pole position, en ningún caso el resultado de la carrera final, en su aniversario ochenta, los datos reflejan que más de la mitad de ellos han sido ganados por los equipos de masas (ya en otro artículo expliqué porque no son populares), es decir, Universidad de Chile y Colo-Colo, y si miramos los resultados de la última década, salvo por las gratas sorpresas de Huachipato y Unión Española la tendencia se repite.
En estricto rigor, nuestro torneo nacional, acorde a la tendencia cultural de nuestra sociedad, está dominado por un sistema binominal que curiosamente coincide con los clubes en manos de grandes grupos empresariales.
Otro índice más que en nuestro país la pauta la dictan los grandes conglomerados económicos, que vieron en el fútbol una buena manera de limpiar su imagen, véase el caso de Yuraseck en la “U”, y el mismo Presidente Piñera, que siendo hincha de la UC prefirió invertir en el Cacique.
¿Tenemos esperanzas de un fútbol democrático en que todos tengan las mismas oportunidades?
¿Podremos tener un torneo competitivo como el argentino, brasileño o mexicano? Se ve difícil, más nos acercamos al aburrido torneo español en donde de antemano sabemos la cosa, será el Real Madrid o el Barcelona y el resto se conforma con repartirse las migajas del chorreo.Coincidentemente en el país Ibérico también domina un escenario político dualista en donde los dos grandes partidos políticos de Derecha y Centroizquierda militan y profitan del mismo modelo neoliberal.
¿Alguien piensa con seriedad que Ñublense o Antofagasta (con todo el respeto que merecen) aspiran a ser campeones?
¿Quién podría amagar las posibilidades de los todopoderosos equipos empresas?
Alguien podría sostener que la UC, pero seamos rigurosos, un campeonato de los cruzados es como un triunfo pírrico de un independiente en Las Condes, es decir no significa nada, jamás llegarán a ser un equipo grande y de masas, mucho menos popular, siempre seguirán regocijados en la pre cordillera, sabiendo que están a salvo de la plebe, porque incluso si algún intruso quiere llegar a su casa serán retenidos por carabineros por el simple hecho de no parecer del barrio, aunque eso sea anticonstitucional no se requerirá del Tribunal respectivo.
Cobreloa fundado bajo el amparo de CODELCO de Pinochet ya está en el ocaso de sus tiempos gloriosos, y ya no es amenaza para el duopolio.
Wanderers uno de los equipos con más base popular, fue usurpado por las empresas que privatizaron el puerto de todos, acumulando riqueza para sus accionistas y pobreza para sus habitantes, incluido su amado club que anda al tres y al cuatro.
Finalmente nos va quedando Unión Española uno de los clubes con más arraigo territorial del fútbol chileno, asentado en la populosa comuna de Independencia y con un estadio conocido como la “Catedral del balompié nacional” en donde acaba de coronar su última estrella con un equipo bastante limitado, pero que demostró que a veces los mediocres también hacen justicia (y no me refiero a nuestros fiscales que persiguen al Pueblo Mapuche y liberan a los que se coluden para aumentar precios) ya que un 11 que jugaba a nada logró lo que la lúcida formación comandada por Vecchio y Mauro Díaz no habían conseguido en Talcahuano para desazón de sus fieles hinchas.
El problema de Unión, es justamente ese, que teniendo todo para ser un equipo grande y popular, que termine con el duopolio futbolístico, insiste en su ligazón chovinista con la colonia española, con presidentes que hablan con un absurdo español con “eses” que nada le dice a las clases populares.
Refleja muy bien el racismo que impera en nuestra cultura nacional, en vez, de fundir el excelso aporte español en nuestra tierra, insiste en mostrarse como un “otro” como algo distinto y distintivo, totalmente diferente a la estrategia de la colonia española al fundar Barcelona de Guayaquil, o la colonia italiana y Palmeiras en Sao Paulo.
Nos queda poco entonces para echar mano y pensar que se romperá este nefasto Binominal del torneo nacional. Seguramente toda la prensa deportiva seguirá interesada sólo en la U o el Colo, y existirán los demás en la medida que se enfrenten a ellos.
Sólo Unión o la UC tendrán algo que decir, pero en el fondo no cambiarán nada, será como un cupo por omisión. El cambio verdadero tendrá que venir desde fuera, con un sentir territorial y cultural que haga fundar algo nuevo, y que amenace este sistema de hierro, algo así como el movimiento estudiantil y su legítimo llamado a “No al Lucro”, o al pueblo brasileño fumando opio exigiendo que no se gaste en el fútbol lo que no se invierte en salud y educación.
O quizás una tonta idea de un ex alumno de la Casa de Bello, interpelando al Rector para que le quite el nombre a Azul Azul y renazca la Universidad de Chile desde Tercera División, para animar un gran clásico con el digno Fernández Vial.
Eso sí sería un clásico de fútbol, y podríamos soñar que hay algo más que la industria del fútbol con un binominal empresarial perfecto.