Una vez más estamos discutiendo –fuera del Congreso- el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo, ya que por “angas o por mangas” la discusión parlamentaria no avanza, aborta.
El aborto significa fracaso, algo o alguien que no llega a ser. La mayoría de las mujeres quieren ser madres, pero hace rato que deciden cuantos hijos quieren tener de acuerdo a las circunstancias sociales que viven.
Hoy la discusión está en una niña de 11 años que fue violada y tiene cuatro meses de embarazo.Definitivamente ella no decidió ser madre y la sociedad chilena no le está dando la opción de continuar siendo niña.
Una sociedad que no se hace cargo de la vida de acuerdo a las necesidades humanas y los derechos de las personas y sigue atada a creencias religiosas, para no permitir que las familias y las mujeres decidan mantiene situaciones de mentira social.
Lo mismo pasó con el divorcio, los matrimonios se anulaban, mintiendo todos, jueces por omisión, testigos falsos y cónyuges.
Soy creyente, pero como diputada y de acuerdo a mi labor de representación, no puedo tapar el sol con un dedo, cada mujer debería decidir en conciencia la posibilidad de abortar si existe una tensión insostenible de hecho. No por nada, la cifra negra estable en 180 mil los abortos realizados en el país.
Los legisladores no somos jueces nos encargamos del diseño de políticas que representen adecuadamente a las personas con o sin credos religiosos, considerando los valores, derechos humanos, las implicancias y conflictos que se puedan producir, velando por un equilibrio de la libertad humana y la intervención del Estado para asegurar esos derechos.