Integro la DC hace ya tantos años que ni recuerdo la fecha exacta en que ingresé como pre militante. Soy Consejera Nacional, organismo que estatutariamente tiene rango e importancia, pero que en la práctica se transformó en un grupo de personas que lo único que deciden es a los candidatos a concejales, alcaldes, diputados y senadores. De discutir y decidir sobre temas relevantes, sobre lo que mueve y conmueve a la sociedad, nada. Nada de nada.
En esa condición llevo varios años junto a un pequeño grupo de camaradas defendiendo las ideas y propuestas que nunca el partido ni su elite dirigencial ha recogido. En alguna ocasión un camarada me preguntó ¿no te cansas de perder? La verdad es que sí, pero persisto. Sigo. Volví a perder esta semana con mi candidato Claudio Orrego. Entré a una casa política y, como militante, me sumo a las mayorías, aunque duela.
Y duele porque soy una DC que participa desde el año 2005 en movimientos por una Asamblea Constituyente; porque junto a otr@s insistimos en rectificar el modelo económico, social y cultural; porque dijimos una y otra vez que la Concertación dejó de existir no sólo después de la derrota ante Piñera, sino mucho antes, cuando se abdicó de los sueños de justicia y libertad para establecer una política de consensos que protegió a la derecha política y económica, pero dejó en la indefensión a la mayoría de los chilenos, los mismos que hemos aguantado en silencio por años, pero que fuimos remecidos cuando miles de jóvenes a lo largo del país y líderes locales en el norte y en el sur, nos dijeron con su ejemplo que era posible otro Chile, uno más justo y verdaderamente libre.
¿Lo de Orrego fue una derrota previsible? Sí. Siempre supimos que Michelle Bachelet ganaría y siempre nos conformamos con tratar de ser el mejor segundo, pero ¿era posible con un discurso que en lugar de acoger rechazaba la diferencia?
¿Era más importante oponerse el matrimonio entre homosexuales, el aborto, que proclamar sin ambages lo que la mayoría del pueblo DC quiere: educación pública de calidad, salud digna, término de las AFPs, de las Isapres, del abuso del empresariado con el trabajador?
En la balanza de la elite DC era más importante un discurso que apeló a valores tradicionales, que se atrevió tímidamente a enfrentar temas que a los ciudadanos de a pie nos duelen todos los días.
Nos derrotó el discurso, una máquina partidaria que ya no funciona, que se envejece y una elite que se aferra con dientes y uñas a la posibilidad de acercarse de nuevo al poder.
Es una elite transversal, por ello generosamente se ofrece a Escalona la posibilidad de ser senador “por alguna región”, la que sea, con tal de reservarle una cuota de ese poder que este club sordo, ciego, excluyente e insensible aún cree de su propiedad, casi como un derecho divino. No será con mi voto. Desde ya anuncio que me opondré a esa posibilidad.
No quiero más dinosaurios que se negaron a dar un entierro digno a la Concertación y que hoy ven cómo, ante sus ojos y sin posibilidad de influir de forma importante, se alza una Nueva Mayoría, más inclusiva, más desafiante, más dispuesta a oír el clamor de la gente, esa que sufre el Transantiago, que vive ahogada en deudas, que trabaja día a día para que al final, la mayor parte del fruto de ese esfuerzo sirva sólo para que un grupo muy pequeño arranchado, más bien parapetado, en el distrito 23 sepa lo que es realmente vivir.