El formato del segundo debate presidencial televisivo de la Concertación no sólo permitió que los/a candidatos/a interactuaran entre sí dándole dinamismo y ritmo al encuentro, sino que evidenció la descarnada disputa por el segundo lugar en las primarias entre Velasco y Orrego de este domingo.
Ambos apelan al codiciado centro político para hacerse del segundo puesto, como lo ha venido haciendo la mayoría de los aspirantes de La Moneda en ambos bloques. Porque históricamente, el que conquista el centro, gana las elecciones presidenciales.
En la franja electoral que salió del Congreso a última hora (lo que sin duda afectó la calidad de las propuestas audiovisuales), el centro fue nuevamente el principal aludido.
Expresamente en el caso de Orrego, que dice ser “el más centrado de todos” medido con una huincha para dar fe de ello; y de forma más implícita en el monólogo de Velasco, que asegura que“no estoy ni con la derecha, ni con la izquierda tradicional”.
La Democracia Cristiana es, supuestamente, la representante más fiel del centro político, lo que explicaría la obsesión en 2011 del entonces factótum de Bachelet, Camilo Escalona, por fortalecer el eje PS-DC para frenar la arremetida PPD y radical por hacer un giro a la izquierda en la Concertación.
Y, en la misma línea, la preocupación del Presidente del PS, Osvaldo Andrade, por cuidar la “estantería” (alianza PS-DC) sobre la cual se asentaba la Concertación completa.
Tan férrea parece ser la alianza entre los sectores conservadores de ambos partidos, que luego de que Escalona se negara a participar en primarias de su colectividad para definir al candidato senatorial por Los Lagos, hoy es el demócrata cristiano Gutenberg Martínez el que insta a su colectividad a llevar como candidato al militante socialista en alguno de los distritos donde la Democracia Cristiana no levantará candidato.
Una mano lava la otra, son las alianzas del conservadurismo transversal de la Concertación.
En la disputa por el centro, el 2012 en su obsesión por buscar el centro Renovación Nacional hizo promesas a la DC (que resultaron incumplidas), al impulsar juntos un programa de reformas políticas que incluía incluso un régimen político semipresidencial y un sistema electoral proporcional corregido. Todo quedó en nada y ese coqueteo llegó a su fin.
Pero en plena campaña electoral, Renovación Nacional volvió a arremeter cuando su presidente, Carlos Larraín, con motivo de la adhesión del Partido Comunista a la candidatura de Michelle Bachelet llamó al presidente de la DC, Ignacio Walker, a que “nos miren un poco”, ya que “creemos ser unos pololos más prometedores”. Larraín incluso fue más allá al proyectar un futuro juntos entre RN, UDI y la DC:”cabemos los tres ahí (…) en esto soy lo más promiscuo”.
Asimismo, en el debate de energía presidencial el candidato presidencial de RN, Andrés Allamand, entre broma y broma llamó a los precandidatos Orrego y Velasco (que estaban sentados al frente suyo) a integrarse a su comando, intentando atraer a ese sector para ampliar la centro derecha.
Allamand ha apostado al centro político y calificó como “error electoral” la adhesión del PC a la candidatura de Bachelet, y que había que agradecerles porque al izquierdizar la Nueva Mayoría dejaba un espacio al centro político, que su sector podría tomar.
En la misma disputa por el centro, el candidato UDI Longueira ha creado un nuevo concepto, como es el “centro social”, que apela a la base de su partido, la derecha popular, esa que se forma en las poblaciones, muchas veces más cercana al ofrecimiento de regalías que de las ideologías.
Con el “centro social”, paradojalmente un “animal político” como Longueira apela, justamente, a la despolitización de la política al tratar de vaciar de contenido político al centro y dotarlo de sentido meramente pragmático. En palabras del candidato a senador de Renovación Nacional, Manuel José Ossandón, “el centro social no existe”.
La “mayoría silenciosa” de Longueira es la que susurra que apoyará al candidato en su franja electoral, como avergonzada de su propio discurso de derecha que intenta disfrazar bajo la construcción artificial del centro social.
Travestismo político que intenta disfrazar con ropajes de centro un discurso de fondo excluyente, xenófobo que quiere “trabajo para los chilenos”, porque los migrantes ilegales se lo estarían quitando a los chilenos. Muy de “centro”.
En definitiva, el centro del espectro político es el espacio más disputadopor los candidatos de los dos bloques que actúan bajo la lógica binominal, en el entendido de que el electorado chileno es moderado, no le gustan los extremos ni las peleas.
Sin embargo, ese supuesto merecería, al menos, una revisión luego del cambio de ciclo político producto de la nueva forma de apelar al Estado de la sociedad civil.Porque si en algún momento Escalona logró frenar el giro a la izquierda, la fuerza de las ideas ciudadanas al parecer hizo que el verdadero centro, se corriera a la izquierda.