Irán ha elegido como nuevo Presidente al clérigo musulmán shiíta Hassan Rohani. Con increíble celeridad los medios y el mundo rápidamente aplauden la elección. Afirman –sin mayor sustento y con un optimismo que hace recordar a Chamberlain- que se ha elegido un moderado.
Rohani para aprovechar este inesperado escenario, en su primera conferencia de prensa señala que quiere “bajar las tensiones“ con Occidente aunque reafirma la intención de Irán de perseverar en su programa nuclear. ¿Hay realmente espacio para el alivio del mundo occidental?¿Estamos verdaderamente en presencia de un cambio sustancial en el régimen iraní que justifique el precipitado alivio a este lado del mundo?
No nos engañemos jugando al solitario. Es cierto que Rohani fue elegido por el pueblo iraní de entre varios candidatos reconocidamente extremistas, uno de ellos incluso con orden de captura internacional por parte de Interpol por haber sido el artífice del atentado terrorista a la mutual judía argentina AMIA que costó la vida a 85 inocentes en 1994 en Bueno Aires, pero el “menú” de candidatos fue seleccionado cuidadosamente por la cúpula dirigencial de Irán.
Él, al igual que el resto de los candidatos contaron con la venia de la Guardia Revolucionaria de Irán y del Consejo Supremo de la Revolución.
En otras palabras, Rohani es sin lugar a dudas más de lo mismo y por ende no debemos esperar cambios de fondo al grave riesgo que implicaría para la seguridad mundial un régimen teocrático con arsenal atómico.
Con todo sorprende la ingenuidad de occidente, o como dicen en inglés, el “wishfull thinking”, este deseo voluntarista de ver las cosas como a uno le gustaría que sean y no como en realidad ellas son.
En este escenario en el cual algunos cierran los ojos a la evidencia que Rohani dista mucho de ser un moderado, uno no puede sino recordar la reacción del mundo cuando en el año 2000 murió Hafez Al Assad, el sanguinario padre del tanto o más sanguinario actual Presidente Sirio Bashar Al Assad.
En aquel entonces Associated Press titulaba que el nuevo Presidente de Siria representaba “una línea más moderada”, y medios como CNN y el New York Times se esforzaban en reportear las características del joven nuevo líder sirio “formado en occidente” al que le gustaba hacer windsurf. Lo describían como un muchacho tímido, de habla suave. Un oftalmólogo educado en Inglaterra que traía nuevos aires de moderación y esperanza para Siria y el Medio Oriente.
Hoy, con más de 100 mil civiles asesinados en la cruenta represión –incluso con uso de armas químicas- por parte de Al Assad y su régimen ante la indiferencia del mundo, entendemos un poco mejor que entienden algunos por moderación en Medio Oriente.
El nuevo líder iraní Rohani debe ser juzgado por sus acciones y no por sus modales.
Si de verdad Rohani es un moderado, debe disponer que Irán abandone inmediatamente el apoyo a la cruel matanza que tiene lugar día a día en Siria. Del mismo modo debe retirar la ayuda de la Guardia Revolucionaria a ese país y poner término al ilegal traspaso de armas al grupo terrorista Hezbolá en el Líbano.
Igualmente Rohani debe disponer la entrega de los 7 iraníes imputados por la justicia argentina por el atentado contra la AMIA para que ese deleznable acto terrorista no permanezca en la impunidad.
Finalmente, y sin lugar a dudas la verdadera prueba de moderación estará en acatar las exigencias de la comunidad internacional cesando el enriquecimiento ilegal de uranio.
Lamentablemente, mientras Irán persevere en su programa nuclear y en su amenaza existencial al estado de Israel, no existirá espacio para optimismo ni moderación en Medio Oriente.