Las recientes declaraciones del candidato presidencial de la UDI, Pablo Longueira, no debiera sorprendernos.Siempre que ha podido ha hecho presente su rechazo a los inmigrantes que, en su opinión, usan prestaciones sociales que están destinadas a chilenos y se apropian de trabajos que deberían reservarse para los chilenos.
Sin duda, además de sus convicciones personales en la materia, sabe que esto es popular en importantes segmentos del país que sienten al extranjero como una amenaza.
El mundo y nuestro país han conocido y conocen de la violencia, agresiones, atentados y genocidios contra distintos grupos étnicos, raciales, religiosos y de orientación homosexual que se alimentan de este tipo de juicios.
Y esta postura sólo puede agravar distintas expresiones xenófobas cuando existe el caldo de cultivo que provocan las incertidumbres y riesgos que acompañan las vidas cotidianas de tantos que viven los estragos de las desigualdades y cuando la globalización, que desdibuja fronteras, pone en tensión las identidades y agudiza las contradicciones entre innovación y tradiciones.
Ante la amenaza de perder empleos y derechos sociales, las poblaciones tienden a personificar en el diverso, en el distinto, en el extraño, en el extranjero, la causa de sus males.
Las palabras del candidato Longueira son por lo mismo, muy graves y atentatorias del camino de tolerancia y respeto a la diversidad que ha comenzado a transitar, con grandes dificultades y lentitudes, nuestra sociedad.
Porque una cosa es apelar a la necesidad de contar con una legislación migratoria moderna, que dé cuenta de las formas que ella debe adquirir en el Chile de hoy y en el marco de una apertura global de fronteras en que no sólo circulan bienes, sino personas, y otra estigmatizar a los extranjeros. Y, con ellos, nuevamente a quienes son distintos.
Cuando el candidato Longueira dice que los extranjeros usan el sistema educacional y de salud, así como los empleos de los chilenos, lo que está haciendo es responsabilizarlos de los problemas que los chilenos tienen con la educación, la salud y los empleos.
Y claro, tal argumentación se ajusta a su visión de la vida y de la sociedad. Es cómodo poner todas las sospechas en los extranjeros y omitir, como ha estado haciendo él y el otro candidato presidencial de la derecha, propuestas de reformas sustantivas para resolver los problemas que efectivamente existen en la salud, en la educación y en el mundo del trabajo.
La xenofobia que el candidato Longueira propicia es funcional al rechazo de la derecha de asumir que la salud, la educación y la protección social son derechos que deben ser garantizados.
Porque cuando efectivamente los derechos sociales y laborales existan plenamente, no habrá ningún problema para que chilenos y extranjeros puedan compartir, dentro de Chile, pero también fuera de Chile, el ejercicio de estos derechos comunes a los ciudadanos de un mundo global.