El debate presidencial no fue decisivo y, en ese sentido, marca el resultado de las primarias. Esto quiere decir que no hubo mayores novedades.Por lo tanto quienes tenían ventajas acumuladas con anterioridad son quienes las han mantenido. Los candidatos están librados a lo que han podido recoger como adhesión ciudadana por el trabajo de campaña o antes. Todo ello sin alterar sustancialmente sus posiciones previas.
A decir verdad, no existen muchas posibilidades de que el segundo debate cambie en forma significativa la percepción ciudadana sobre esta versión inicial. La primicia entregaba un valor agregado en esta ocasión y es difícil que su versión complementaria establezca una diferencia notable.
Lo bueno de este foro fue que mostró la gran similitud de perspectivas en temas relevantes como educación y el tema energético, al tiempo que evidenció diferencias valóricas de importancia pero que dicen relación más bien a las convicciones personales que a lo que se puede esperar de cada cual desde el ejercicio de la presidencia de la república.
Están claras las discrepancias, pero, en el fondo, hay una coincidencia valórica profunda en cuanto a la existencia de un diagnostico compartido: se debe enfrentar la discriminación y el abuso en todo orden de cosas, para lograr una mayor equidad.En este sentido, se justifica la unidad de la centroizquierda y este no debe ser un aspecto que se deje de lado, en especial cuando se deba enfrentar a la derecha.
La centroizquierda sabe expresar diferencias, pero también tiene la costumbre de prepararse para implementar las coincidencias. De allí el tono moderado. Sabe que debe hacerse cargo de lo que dice y vincularlo con lo que hace o hará en el futuro próximo. Por eso las palabras tienen una dosis de responsabilidades que marca el tono del debate.
Este primer dialogo entre todos los candidatos de la oposición no fue confrontacional. En horabuena que la agresión gratuita y el ataque personal han estado ausentes. Pero no estuvo ausente la profundización de contenidos ni la definición en materias de lo más relevante para el país.
Esto quiere decir que se está en condiciones de afrontar la tarea de un gobierno común, en base a las concordancias y el respeto a las divergencias sin que ello llegue a resultan paralizante para un país que requiere capacidad de decisión desde el Ejecutivo.
Otro aspecto que se debe destacar es el alto nivel de audiencia en televisión. Pese a lo que se diga, la política sigue siendo de interés ciudadano, y son muchos los que quieren enterarse de las propuestas que, saben a ciencia cierta, los puede afectar en sus vidas cotidianas en un futuro muy cercano.
Hay que advertir de inmediato que la derecha tiene una ventaja en esta etapa de campaña. Y es que los debates por televisión ganan mucho cuando los contendores pueden adoptar un formato más dinámico para hacer sus propuestas y confrontar puntos de vista. En el caso de la oposición, cuatro candidatos en ronda permanente no es el óptimo, puesto que cualquier polémica interesante entre dos de ellos resulta rápidamente apagada por la necesidad de equilibrar tiempos y turnos.
Por eso, lo que debe verse con interés es la diferencia en la respuesta ciudadana ante los foros presidenciales de ambas coaliciones. Cuál despierta mayor interés. Este será un buen indicador de la participación efectiva que podemos esperar, tanto para la oposición como para el oficialismo, el día de la elección en pocos días más.
A tan poco del desenlace de esta campaña de primarias presidenciales queda claro que el destino de los candidatos queda librado a tres factores: lo que representan cada uno desde antes de que iniciara este proceso; el conocimiento y contacto (directo o mediado) que hayan tenido con los electores durante este período y -no se puede olvidar-, a lo que representan en cuanto a las organizaciones políticas que los respaldan.
En efecto, las primarias son un proceso solo en apariencia simple. Cuando el voto es voluntario, el que un candidato llegue a ser creíble y conecte con la ciudadanía no es motivo suficiente para pensar que el resultado electoral está definido. El que alguien llegue a la urna para sufragar requiere de más condiciones que la simple coincidencia de opiniones entre elector y candidato.
Sin duda el entorno del elector jugará un papel decisivo y, dentro de el, la presencia de las organizaciones políticas, suponiendo que ellas se empleen a fondo para motivar y movilizar electores.
En este aspecto relacionado con la recta final, tiene mucho valor la experiencia en anteriores procesos de primaria. Quienes tengan ahora como su aproximación inaugural a este tipo de procesos descubrirán, tal vez demasiado tarde, que hay muchos aspectos prácticos que cuidar para que todo salga bien. También este caso se aplica lo que Edison decía respecto a su labor: para tener éxito se necesita diez por ciento de inspiración y noventa por ciento de transpiración.
La política es un juego de equipos, y de equipos que saben trabajar de memoria en territorios que les deben ser ampliamente conocidos desde antes. Los nexos, los vínculos y el conocimiento del terreno no se improvisan.
Por eso también se hace evidente en casos concretos como este, que la política requiere de innovación, renovación y nuevas prácticas, pero que no se debe menospreciar lo que ella tiene de activa y de vigente como existencia real a lo largo del país. Estamos acostumbrados a clamar por lo que nos falta, pero ello no ha de cegarnos respecto de lo mucho que tenemos. Tal vez las primarias nos lo hagan recordar.