En las últimas semanas diversas organizaciones, grupos y entidades indígenas han incrementado su trabajo social, político y cultural en favor de los derechos colectivos de nuestros Pueblos.
Ante situaciones como la “mesa de consenso” que impulsa el Gobierno para reglamentar la consulta, han surgido voces críticas desde diferentes organizaciones con un fundamento justo y preciso.
Otras entidades han concentrado su compromiso en la defensa de un debido proceso de los presos mapuches de conciencia.
En otros ámbitos se realizan encuentros y debates que comprenden diversos temas e inquietudes sociales y culturales. El político no podía sustraerse a ello y, en consecuencia, ha emergido el Frente Indígena de Oposición (pacto nueva mayoría).
Luego de la Cumbre del Ñielol en enero, se ha continuado avanzando en diversas propuestas que los dirigentes de la cumbre han ido expresando públicamente. Por cierto, cada comunidad, en distintos lugares del territorio sigue en su trabajo cotidiano por la defensa y desarrollo de nuestra identidad y cultura.
Los dirigentes y miembros de estas comunidades y organizaciones sociales, políticas, académicas y culturales no son enemigos ni adversarios de la causa mapuche. Tampoco hay verdades absolutas en ninguno de ellos.
El enemigo de la causa mapuche está en la incomprensión que gran parte de la sociedad y del Estado todavía tiene frente al mundo indígena. Es ahí a donde hay que apuntar la acción política y social de los Pueblos Indígenas y en particular del Pueblo Mapuche.
No obstante, a veces, hay dirigentes o grupos demasiado ocupados en descalificar o enjuiciar los esfuerzos que los mapuches realizan para promover y defender sus derechos.
Hay quienes, activan desde el apoliticismo una pretendida neutralidad doctrinaria, como si los indígenas fueran puros en su esencia y ya sabemos lo que acontece cuando se levantan en la historia discursos centrados en la pureza étnica.
O se cuestiona a quienes, desde el ámbito institucional y académico contribuyen con sus investigaciones a hacer más evidente las injusticias en contra del mundo indígena.
¿Es necesario recordar que las principales investigaciones en favor de la causa mapuche, en los últimos 20 años, no proviene necesariamente de los intelectuales indígenas y que ahora sí están surgiendo de manera inédita y poderosa?
Existe la pretensión de que la relación con el Estado contiene alguna forma de demonización y sin embargo, cuando es enteramente conveniente y casi en penumbras, los mismos que critican dicho vínculo se someten sin mucho pudor a las prebendas de los gobiernos o de los municipios locales.
Entonces, la pregunta fundamental es ¿son los mapuches enemigos de los mapuches? Y ya la palabra “enemigo” es cruda y violenta, pero hay que atacar esa suerte de equívoco cuando inmediatamente se sale a cuestionar y descalificar a quienes, desde una perspectiva política-partidaria, académica o institucional se agrupan y se organizan para contribuir con sus mejores talentos a la causa indígena y mapuche.
En la lucha por la causa mapuche y por los derechos indígenas no hay verdades absolutas ni líderes ni dirigentes que pueden ostentar una representatividad exclusiva y excluyente. Por el contrario, existe una rica diversidad cultural incluso en nuestro Pueblo.
Nosotros somos dialogantes y ningún mapuche puede pretender imponer a otros una mirada hegemónica. Esa forma de dominación pertenece a un tipo de sociedad que es ajena a la interculturalidad que reclamamos para todos, indígenas y no indígenas.
Así que a no equivocarse: el enemigo de la causa mapuche no está entre los mapuches.
Está al frente de nuestro Pueblo en una historia de violencia del Estado que tenemos que superar y en un tipo de sociedad que al negar el reconocimiento de nuestros derechos fundamentales nos ha marginado históricamente.