El lamentable espectáculo que dio la Concertación con la no inscripción para las primarias parlamentarias da cuenta de uno de los principales nudos que deberá enfrentar el nuevo gobierno probablemente encabezado por Michelle Bachelet, ¿cómo resolver el dilema de gobernar, escuchar a las organizaciones sociales y considerar de manera central sus demandas en las prioridades del ejecutivo?
La concertación, al más viejo y condenado estilo de hacer política, después de pregonar la necesidad de primarias vinculantes, participar con sus votos en la aprobación de la ley, a la hora de decidir, entre cuatro paredes, borra con el codo lo que escribió días antes.
Sin embargo, el horno no está para bollos, los que han creído que los movimientos ciudadanos son rabietas pasajeras, están profundamente equivocados, y esta vez, nuevamente la ciudadanía se expresó condenando desde todos los rincones esta práctica; incluso Michelle Bachelet que se había mantenido al margen (al menos públicamente) de este tema, declaró que lo sucedido era impresentable, recogiendo ex post el sentir ciudadano.
De mala gana la concertación ha reconocido que su decisión no fue la más adecuada, este reconocimiento no habría sido posible sin la presión ciudadana.
La reflexión apunta hacia un tema de la máxima importancia y que posiblemente estará en el centro de la situación política en los próximos años: ¿Cómo gobernar con un importante grado de unidad de las fuerzas democráticas, instalando las demandas de la gente en la agenda del gobierno, con la gente en la calle?
En la sociedad civil, los movimientos ciudadanos estamos resolviendo de forma inteligente este dilema, sabiendo recoger e interpretar las demandas de la gente, (educación gratuita de calidad, acceso a salud pública de calidad, desarrollo para las personas no para los grandes capitales, fin de las AFP, fin de los abusos de las grandes empresas contra los consumidores y los micro y pequeños empresarios, entre otras) forzando a la institucionalidad a discutir estos temas, generando espacios de diálogo (todavía muy precarios), pero espacios que seguramente seguiremos ensanchando.
Sin lugar a dudas esto no será fácil, será un intenso proceso de unidad y de lucha, debate ideológico, construcción día a día de la nueva mayoría e instalación en el centro de todo de los reales intereses de las mayorías.
Para lo anterior, un buen y amplio debate al interior de los movimientos sociales, definiciones estratégicas respecto del estilo y modelo de desarrollo que queremos, capacidad de organización, capacidad de articulación y sobre todo la más amplia unidad -en estas tareas tenemos que incorporar a todo el mundo, aquí no sobra nadie, todos somos necesarios- son las claves para seguir avanzando.
Los movimientos sociales debemos ser capaces de incorporar a todos los niveles de gobierno (comunal, regional, nacional) nuestras demandas, logrando que las hagan suyas, sumando, mostrando nuestra fuerza social y señalando que si no se consideran nuestras opiniones el país se hace ingobernable.
El camino no será fácil, desde adentro de las fuerzas de gobierno, los sectores más conservadores intentarán que se haga un programa “en la medida de lo posible”, con un fuerte sello de “más de lo mismo”; desde la derecha, los sectores más cavernarios dirán que la gente en la calle es el caos, es volver al pasado, renacerán las viejas campañas del terror, en general se intentará instalar ideológicamente la idea de que el riesgo es volver a la UP.
Los movimientos sociales, naturalmente no pisaremos el palito, los responsables de la crisis institucional no somos nosotros, es en primer lugar, la dictadura que generó las condiciones para desarrollar un modelo económico que ha producido una concentración de la riqueza jamás imaginada ni por los más optimistas grandes capitales, y en segundo lugar, los gobiernos de la concertación y la alianza que profundizaron el modelo que ha generado la mayor desigualdad conocida en la historia de Chile.
Salir de esta crisis institucional es tarea de todos, pero principalmente de los movimientos sociales que debemos ser capaces de articularnos, de movilizarnos y de instalar en la agenda pública nuestras demandas.
Reflexión, diálogo, organización, unidad, movilización son sin duda más que nunca, las tareas de la hora presente.