Esta semana ha sido lo suficientemente movida en política como para escribir diversas columnas al respecto o incluso un compendio.Sin embargo, luego de la notificación de parte de los partidos de la oposición de su incapacidad de ponerse de acuerdo sobre primarias parlamentarias y no estar a la altura de lo solicitado por la candidata presidencial con más posibilidades electorales: definir planilla parlamentaria a la brevedad, constituir una nueva mayoría, intentar con ella doblar en la mayor cantidad de distritos y realizar primarias para escuchar a la ciudadanía.
Creo que es imprescindible poner el tema del programa nuevamente al centro, sobre todo cuando he leído declaraciones de algunos personeros de la tradicional concertación señalar que a partir del 1 de julio el tema programático “entra a revisión o se parte de nuevo” como si se tratara de una negociación para apoyar al candidato o candidata ganador de las primarias.
El desprestigio del sistema político chileno se encuentra en niveles peligrosos, así lo muestran todos los estudios que se han realizado en los últimos 10 años y, con inscripción automática y voto voluntario, es significativo hacer campañas que sean convocantes y movilizadoras de la ciudadanía.
A mi juicio, no tener primarias parlamentarias en los territorios dificulta la posibilidad de una participación masiva en las primarias presidenciales de la oposición.
Más aún cuando las encuestas muestran tanta distancia entre los participantes, existiendo poca competencia y parecer una carrera corrida. Lo único que podría lograr motivar al votante para que un día domingo 30 de junio se levante a votar podría ser la diferenciación programática entre los distintos candidatos. Situación que ha comenzado a esbozarse en las últimas semanas, pero que debería quedar bastante más clara a la brevedad para ser comprendida por el votante común.
En la primaria desarrollada en la comuna de Providencia en la elección municipal se optó por desarrollar un programa común en forma participativa y se votaba por el candidato o candidata que se creía podía llevar adelante de mejor forma ese ideario y ser electoralmente más competitivo para derrotar a Labbe. Había un programa común y la forma en que se construyó fue abierta y amplia. Al parecer ese no ha sido el camino escogido por la oposición actualmente.
Para ello es clave que el proceso de discusión y construcción de los programas sea amplio y participativo. Que las opciones sean claras y diferenciadoras.
Que su contenido no sólo emerja del típico trabajo en comisiones de expertos y diálogos ciudadanos, sino que incluya una serie de mecanismos de democracia directa como consultas ciudadanas, cabildos territoriales y temáticos, que se ocupen las nuevas tecnologías de información, entre otras formas.
Que busque interesar a la ciudadanía en un debate sobre el Chile que queremos y las diferencias que se presentan para abordarlo.
Donde efectivamente se recojan las opiniones diversas, se busquen consensos, se muestren disensos y se viabilicen las propuestas –qué se puede hacer, qué no, por qué, con qué, cuándo y cómo- en un diálogo amplio que vaya construyendo masa crítica capaz de ejercer su ciudadanía en forma coherente y desarrollar un activo control ciudadano en la implementación posterior de este programa.
Pero para ello tiene que existir claridad desde hoy que cuando vamos a primarias no sólo gana el candidato o candidata que tiene más votos, sino también el programa con el cual se ha presentado a la ciudadanía en ese proceso.
Es de una inconsecuencia total pensar en que se vota candidata o candidato escindido del programa que presenta y que luego se discute todo de nuevo. Como si todo fuera fruto de negociaciones a cuatro paredes. Hoy la ciudadanía nos exige coherencia y transparencia, no sigamos defraudando.
Luego de la primaria habrá espacio para seguir avanzando en la discusión del programa con la ciudadanía a lo largo de todo Chile, contrastando posiciones con las de la derecha que se ha parapetado en la defensa total al modelo institucional económico, político y social desde la Constitución hasta el lucro en la educación.