Según un estudio realizado por la Universidad del Desarrollo el 2005 -la situación se mantiene más o menos igual- los contribuyentes chilenos trabajan entre 68 y 128 días gratis para el Estado.
En el caso de una persona dentro del quintil de ingresos más alto por ejemplo – 2,5 millones de pesos mensuales- este empieza a trabajar para sí mismo sólo a partir del 9 de mayo.
Por otra parte quien tiene ingresos de $500 mil pesos mensuales sólo trabaja para él y su familia a partir de la segunda quincena de marzo.
¿ Y qué da el Estado a cambio ? Casi nada. Salvo los sectores sociales más rezagados que nuestros políticos han convertido en dependientes del Estado, los demás deben pagar todo aparte.
Si quiere que sus hijos tengan alguna posibilidad de prosperar en la vida tiene que salvarlos del desastre que es la educación pública y pagar un colegio privado, esos donde los políticos tienen a sus hijos. Ni hablar de las universidades chilenas, las que se encuentran entre las más caras del mundo.
Así las cosas educar hoy a un niño en Chile es más caro que hacerlo en Alemania por ejemplo, donde los colegios públicos funcionan, las universidades tienen costos anuales de un 20% de las chilenas y donde encima existen beneficios tributarios para quienes tienen hijos en edad escolar.
Pero también la salud tiene que pagarla el chileno medio de su bolsillo. Como el sistema público es otra catástrofe entonces si quiere mantener una expectativa de vida razonable debe atenderse en el sector privado.
Por si lo anterior no bastara, hoy los privados invierten más que el Estado en seguridad pública. Así es, mientras el Estado gasta alrededor de 650 millones de dólares al año, nuestro subsidio al Estado asciende a más 800 millones de dólares anuales y crece a razón de 30% anual.
Y todo lo anterior es sin considerar el pago aparte de la infraestructura vial, de permisos de circulación que castigan a quien tiene autos más seguros y eficientes, de contribuciones a bienes raíces que impiden a la clase media acceder a mejores viviendas y de un transporte público colapsado y deficitario.
Así las cosas es cada vez más caro ser chileno. De hecho es casi un lujo, porque si hacemos el ejercicio de sumar a nuestros días gratis trabajados por concepto de impuestos todos los subsidios que damos a nuestro Estado despilfarrador, vamos a llegar a la triste conclusión de que hoy es casi más caro ser chileno que ser alemán, suizo o francés .
Por eso nuestra clase media está reventada. Porque además de ser la más afectada con un esquema tributario regresivo, tiene que hacer malabares para pasar el mes pagando los colegios, el tag, las contribuciones, la nueva cerca eléctrica, y suma y sigue.
Y ni siquiera tiene algún alivio tributario como podría ser el descontar de su base imponible parte de lo destinado a financiar la educación de sus hijos. Hasta el IVA que paga por los alimentos es de los más altos del mundo. Y así por cada kilo de pan que compra para alimentar a su familia, el Estado se lleva casi 200 gramos.
Ante este cuadro la Alianza debiera comportarse por una vez como coalición de centroderecha y enarbolar la bandera de la desangrada clase media de la cual nadie habla en este país.