La ley anti “humo de tabaco” parece buena. Pero no es fácil analizar dirección, efectividad y objetivos de la ley de la que el Ministro Mañalich dice muy claro: “el alma de la ley es que todo espacio cerrado es un espacio libre de humo”.Y agregó que se refería al humo de tabaco, incluyendo los hoteles y las bodas, pero que se podía fumar yendo a la cárcel y al manicomio.
Ocurre que en la gestionada ley el Ministro Mañalich se enfocó en los fumadores que son ávidos del humo de cigarrillos y de pipas. Desde hace más de medio siglo sabemos que fumar se asocia a patologías respiratorias como el cáncer bronquial, el enfisema y la bronquitis crónica obstructiva.
Ni de paso el Ministro menciona muchos otros humos que pasan por nuestros espacios abiertos y hasta en la consulta. Nadie menciona que los humanos seamos ávidos de estos otros humos que cubren Santiago, Temuco y distintas ciudades.
Esos otros humos cargados de partículas son originados por vehículos con motores a explosión como el que nosotros y el Ministro Mañalich conducimos, por buses y camiones con mayor capacidad de producir esos otros humos y por las industrias.
En Temuco la combustión de leña produce mucho de estos otro humos. No quedan atrás los incendios, los aviones a chorro y las centrales termo-eléctricas. Y esos humos no se los lleva el viento, quedan en suspensión en la delgada capa de aire llamada atmósfera auspiciando el poco mencionado calentamiento global.
Al mandar prohibición al “humo de tabaco” es probable que disminuyan las graves enfermedades respiratorias de fumadores y de su entorno causadas por el “humo de tabaco”.
Quizás si en diez años se advierta tal disminución.Es un tema de Salud Pública. Sería un descuido no enterarse del beneficio.
Ante el público lego en la materia, es ciencia ficción que algunas patologías del pulmón tuvieran un posible origen genético aun no detectado y asociado/o no al humo de tabaco. Esto, para nada es ciencia ficción: es un objetivo de investigación bio-médica.
Quien visite China se dará cuenta del humo que rodea y envuelve grandes ciudades cuyo auge industrial y humareda van aumentando. Los humos fueron controlados estrictamente durante las Olimpíadas de 2008 hasta su término cuando prescribió toda restricción de sus fuentes industriales.
Entre nosotros, es notable observar desde Farellones el humo que cubre Santiago y no podemos culpar a los fumadores de esta diadema tóxica, producto de motores y quemas que pueden inducir la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el enfisema o el cáncer pulmonar.
La ley que trae el Ministro Mañalich no va a alterar la densidad del humo particulado que nos tapa en los espacios abiertos y que de alguna manera afecta nuestra salud, fumemos o no. Aquí surgen dos elementos que cualquier peatón puede distinguir:
1.- Un gran número de ciudadanos se molesta con el puro humo de tabaco porque conoce su toxicidad demostrada, por el riesgo que pueda ocurrirnos algo y se molesta porque no le gusta nomás, cada uno con plena razón.
2.- Por otra parte vivimos en una ciudad contaminada con gases de diverso origen, sin ninguna restricción efectiva que mitigue la emisión de su notable toxicidad. No usemos lo de quién le pone el cascabel al gato porque este gato es un complejo industrial poderoso, mal ubicado geográficamente y que nunca ha usado cascabel.
Y ahora que los Papas hacen noticia: Juan XXIII fumaba dos cigarrillos después de la cena.