Cuando recorrí las calles y pasajes de La Granja, comuna en la que fui el concejal más votado en los últimos 20 años, me comprometí a desarrollar una gestión donde el verbo participar se pudiera ver en cada acción de mi período alcaldicio.
A ello debo sumar el compromiso que 13 nuevos alcaldes de la Región Metropolitana asumimos con la participación y la transparencia, el que debe traducirse en acciones concretas y medibles.
Toco este tema porque en el país y en el mundo, desde inicios de esta década, hemos visto y vivido una explosión ciudadana en demanda de estos valores. La gente se aburrió del abuso de una elite que decide sobre sus vidas teniendo como norte la consolidación del sistema político y económico mundial a costa de sus sufrimientos y frustraciones.
El modelo funciona, pero para algunos, muy pocos. El resto de la humanidad, de los chilenos sólo puede lograr una vida de sobre vivencia en la que casi la única satisfacción la otorga el tener una vida familiar grata y acogedora aún en situación de estrechez y miedo al futuro.
El país en los próximos meses va a tener que tomar opciones: primarias, elecciones presidenciales, parlamentarias, de Consejeros Regionales.Será el momento de elegir entre las voces que realmente se la juegan por los cambios y las que buscan mantener el statu quo.
Mi opción personal será por quienes representan con claridad y firmeza algunos de los temas que nos mueven desde hace años, y que en general no fueron acogidos: nueva constitución política generada con la participación del pueblo; descentralización y gobiernos locales financiados; nuevo código del trabajo; sistema de seguridad social que beneficie y proteja a los trabajadores, no a los inversores que arriesgaron poco y nada, pero tienen utilidades obscenas con nuestros ahorros obligatorios; salud y educación pública y de calidad; término del sistema binominal, que dio origen a una modalidad excluyente, clientelar, origen del descrédito de la política; sistema de elección proporcional, unicameral y redistritaje; régimen semi presidencial.
El país requiere de urgentes transformaciones, las que deben tener como centro la dignidad humana. La persona debe ser reconocida como valor absoluto, por lo tanto fundamento, principio y fin de todas las acciones que emanen del Estado, del mercado y de la sociedad en general.
Me asiste la convicción de que el país requiere de urgentes transformaciones del sistema político, social, económico y cultural, que tengan como objetivo la recuperación, promoción y respeto de la dignidad de cada habitante del territorio
Aspiramos a una revolución de la dignidad, que considere a los chilenos y chilenas como merecedores de un buen vivir.
Cada día aportan con su trabajo -con su esfuerzo, con su sobreponerse al miedo, a las angustias de sobrevivir con un ingreso promedio nacional de 400 mil pesos, al crecimiento de la nación, pero al momento de la toma de decisiones que afectan sus vidas ellos no están. Estamos los mismos de siempre.
Creemos en el ser humano, tenemos una visión ética y cristiana que dejamos guardada por dos décadas en pos de la eficiencia. Tenemos que recuperarla. Se acabó el tiempo de las reformas, de los cambios de maquillaje.
¡Llegó el tiempo de construir con todos y todas!