En estos días, la comunidad china literalmente desparramada en los cinco continentes del planeta, participa en un rito anual de proporciones épicas. Es el movimiento de personas más importante del planeta, con unos 3,6 mil millones de viajes produciéndose en auto particular, bus, taxi, tren, avión o embarcaciones de distinto calado, todos ellos con un mismo fin: permitir al viajero estar junto a su familia y amigos cercanos, todo reunidos para disfrutar y conmemorar el advenimiento del Año de la Serpiente de Agua.
Así, entre medio del rugir de los fuegos artificiales que espantan los malos espíritus que pueden estar rondando el hogar o el barrio, mas el desfile de dragones o leones, luciendo éstos sus acrobacias, color y sonidos, se celebran reuniones familiares alrededor de una mesa prevista de platos típicos marcados de profundo simbolismo tales como jiao zi (algo así como empanaditas rellenas de una pasta elaborada en base a cerdo y vegetales) y nian gao (un postre que tiene como ingredientes principales arroz, dátiles, azúcar y leche).
No puede faltar un brindis con Huangjiu, un licor del color que está asociado a la suerte y éxitos, el rojo. De ahí que las cerezas chilenas son tan apetecidas como regalo.
También hay espacio para jugar mahjong (una especie de dominó con piezas basadas en caracteres del idioma chino o símbolos), o Dou Shou Qi, un tablero en donde animales luchan por sus respectivos espacios y jerarquía. Es usual que cada niño reciba de manos de un adulto, un hongbao, sobre rojo que en su interior guarda un reluciente billete como regalo para juguetes o golosinas.
Sin embargo, en la China que no deja de asombrarnos en el presente siglo, con un desenfrenado crecimiento que en sí está produciendo tremendas presiones sociales, económicas y de gobernabilidad, son las actitudes y los principios que están mostrando cada vez con mayor intensidad y convicción, un importante segmento de quienes conforman la nueva generación de chinos, los que se encuentra bajo la lupa principalmente de parte de quienes conforman los cuadros de dirigentes que, bajo el mando del hoy Secretario General del Partido Comunista China, Ji Xinping. Incluso en estas coloridas festividades de Año Nuevo Lunar.
¿La razón? Las ansias por ser exitoso, famoso, emplear marcas de lujo, que sus bebés tomen leche en polvo extranjera, destacarse sin necesariamente pensar en el prójimo o en el bienestar de parientes cercanos, el llegar a sentirse por ello más globalizado, está sentando precedentes que resultan ser altamente negativos para la arquitectura de una China que aspira a balancear el acceso a la riqueza y mejores oportunidades profesionales para sus jóvenes, con aquellas tradiciones y valores que le han permitido a sus padres y autoridades avanzar en la construcción de una sociedad que, aunque ciertamente deberá mas temprano que tarde, hacerle frente a temas que parecen hoy ser algo espinudos para una nación de más de 1,300 millones de habitantes, con 56 etnias reconocidas oficialmente.
¿Cuántas son éstas en Chile y cómo hemos avanzado nosotros en nuestra democracia con ellas?
Porque claramente ya está definido que al actual ritmo de división entre quienes tienen mucho, grupo conformado por quienes viven en los grandes centros urbanos, de aquellos que, aún trabajando largas horas sin cesar (unas 400 millones de personas que habitan en el campo, en el área rural), no tienen nada, más encima con quienes han llegado a la cima enrostrando a diario sus riquezas, llegando incluso a denostar al más pobre que llega a la ciudad en busca de un empleo, China se encuentra a poco de destapar una olla de presión con inesperados resultados, si acaso no se enfrenta con decisión la corrupción en todo nivel, junto a nivelar para arriba los ingresos que se perciben por parte de trabajadores y profesionales.
También en esa ecuación se encuentra el desenmascarar a quienes emplean caretas para alcanzar puestos de jerarquía o para ser más aceptados en círculos sociales o familiares.
Es en tal línea que entra al ruedo un elemento que hace algunos años era inesperado en China pero copia la usanza de algunas nacionalidades en occidente, particularmente entre jóvenes que apuntan a lograr una tarjeta de residencia legal o nacionalizarse, a cambio de casarse con parejas que cobran por ello (recordarán, por ejemplo, la película en donde Gerard Depardieu busca obtener su residencia en los Estados Unidos, a costa de la modelo/actriz Andie MacDowell).
Se trata de los “pololos” o “pololas” que por unos US$240 al día, son arrendados vía plataformas de Internet, para que viajen junto a sus “parejas” durante estas festividades de Año Nuevo Lunar, con el propósito de ser presentados a padres, familiares y amigos en pueblos natales.
Todo esto para mostrarse como una persona que no solo ha logrado un trabajo estable y bien remunerado, sino que además encontrado un compañero de vida atractivo (a), talentoso (a) y que se ha fijado en uno (a) para contraer un mayor compromiso.
Besos de cortesía pueden ser cobrados a unos US$7 cada uno y el compartir el dormitorio durante la noche – sin nada más – unos US$60 adicionales. Todo lo anterior, suscrito bajo contrato rubricado entre ambas partes.
Es la masificación de estas prácticas -incluyendo casarse con hongkoneses para dar a luz a hijos que no son engendrados por aquel marido a sueldo, solo por una residencia permanente en Hong Kong, con los beneficios que ello trae consigo para el menor-, algo completamente fuera del radar del ethos chino de generaciones anteriores, que levanta cejas en ese país, teniendo presente que la honestidad es un baluarte de cualquier relación familiar, mas que una pareja de largo aliento no se encuentra usualmente a través de una pantalla de computador, menos firmando un contrato por beso a recibir a cambio del pago de billetes.
En una China en donde la imagen es cada día mas importante, producto del hambre por destacarse como individuo por sobre el bienestar de una comunidad entera, el Año de la Serpiente trae consigo un reto de talla mayor para el engranaje gubernamental que asumirá próximamente la conducción del gobierno central.
Aquello es saber balancear la armonía que conforma el núcleo central de estas festividades, la familia, con los legítimos deseos que se pueden sentir en orden a poder adquirir bienes y lujos inimaginables para generaciones anteriores de chinos.
El Año de la Serpiente de Agua se muestra para quienes tienen experiencia y entrenamiento como adivinos en Hong Kong, como un período lleno de oportunidades y tentaciones.
Para algunos en China, al igual a cómo una víbora se despoja de su piel antigua para lucir una que es nueva, sedosa y brillante, este año permitirá a cada uno de sus habitantes re-inventarse para ser más astutos en la manera de conducir un hogar, el negocio o bien, para gobernar.
Aquel es el espíritu con el cual se pretende hincarle los colmillos con particular ferocidad, a la multiplicidad de elementos que pone en riesgo la estabilidad de la actual sociedad china, partiendo por la juventud, devolviéndoles a ellos un sentido de pertenencia, previstos de una dosis de mayor humildad y de una dirección común, si acaso China ha de proyectarse hacia el futuro con claridad y sustentabilidad como nación, en una región que no cesa de producir asombro y esperanza por algo mucho mejor.