Nuestro país es, por estos días, sede el encuentro CELAC-UE, una reunión cumbre en que los gobiernos latinoamericanos, incluido el presidente de Cuba, se dan cita con principales mandatarios de la Unión Europea.
El actual gobierno de derechas encabezado por el presidente Sebastián Piñera se esfuerza por mostrar la mejor cara de Chile, aseverando que se trata de un país seguro para las inversiones, una democracia pujante cuyo horizonte no podría ser otro que el desarrollo. No obstante, una amplia mayoría de chilenos sabe de sobra que el fasto y el espectáculo mediáticos no alcanza para ocultar al mundo la otra cara de este pequeño país sudamericano que, dicho sea de paso, dista mucho de los cánones democráticos que reclaman los europeos.
Por ello y con justa razón, una serie de agrupaciones se ha planteado una reunión alternativa, ya no de gobiernos y hombres de negocios sino de organizaciones sociales: La Cumbre de los Pueblos.
La agenda de esta cumbre de pueblos incluye temas que interesan a las grandes mayorías de excluidos de nuestros países, pero que no ocuparán el tiempo de los mandatarios asistentes al CELAC –UE, preocupados como están por las inversiones, los negocios y el capital.Democracia y participación. Derechos humanos y laborales. Derechos de los pueblos indígenas y de la Madre Tierra. Integración y solidaridad entre los pueblos.
Es bueno y necesario que los pueblos de Europa sepan que nuestras democracias no son lo que parecen. Los chilenos bien sabemos que lo que aquí se llama democracia es, en verdad, un engendro dictatorial que se ha perpetuado hasta el presente bajo la forma de una constitución de facto. En ese cuerpo legal se estatuye la impunidad de civiles y militares que participaron en horrendos crímenes de lesa humanidad.
Son esas mismas leyes hechas durante la dictadura las que condenan hoy a millones de trabajadores y sus familias a salarios miserables mientras que permiten las ganancias millonarias de grandes corporaciones nacionales e internacionales, convirtiendo los derechos básicos en negocios inescrupulosos, así la educación, la salud y la previsión social.
Una “democracia de baja intensidad” es el rostro populista y demagógico de un estado profundamente autoritario que acalla por la fuerza cualquier reclamo de los movimientos sociales, tal y como hemos sido testigos durante años en la Araucanía.
En Chile no se respeta el derecho de los pueblos indígenas como tampoco se respeta el medioambiente. La lógica neoliberal, interesada en la riqueza para unos pocos, está agotando nuestros recursos naturales y contaminando nuestro patrimonio natural.
Es imprescindible que los pueblos de Europa tomen conciencia de lo que significa en estos países la carrera armamentista en que muchos gobiernos de la región se encuentran sumidos bajo cualquier pretexto.
Chile ocupa un inquietante segundo lugar en gasto de armamentos, mientras el país acusa un índice de pobreza extrema que bordea un quinto de su población. Vivimos la paradoja de que la miseria y la cesantía más insultante conviven con armamentos de alta tecnología que cuesta millones de euros.
En esta era de la globalización, los verdaderos excluidos en el mundo entero son, precisamente, los pueblos: millones de ciudadanos sometidos a la crisis económica, a la precarización de sus empleos, a la represión mediática y policial.
Ellos son los grandes ausentes de estas reuniones de mandatarios donde, entre sonrisitas fotogénicas, lo único que importa es el dinero de unos pocos, aquí en América Latina y allá en una Europa sumida en una infinita crisis económica que ya lleva muchos años.