En los últimos años hemos vivido el extraño fenómeno del enamoramiento de las encuestas y la extraña dictadura que imponen sus resultados.Cuál oráculo griego, su simple aparición provoca cambios en los estados de ánimo de analistas, candidatos y periodistas.
Las encuestas tienen mil virtudes, pero hay una que todavía desconozco: su capacidad de predecir el futuro. Así como una foto de hoy es incapaz de determinar si mi estado físico será el mismo en un año, una encuesta es ineficaz para decir que pensarán los ciudadanos en el mismo periodo.
La democracia se sustenta en que la manifestación de la voluntad soberana de las personas se produce en un acto secreto y voluntario al interior de una urna, y no en una muestra aleatoria de unos pocos encuestados de meses antes. Demás está decir como los ciudadanos se han encargado en estos últimos meses de ratificarnos lo errados de estos diagnósticos: quedaron balcones preparados y botellas de champagne tapadas.
Mi convicción es, las campañas son consustanciales a la democracia: son el espacio en que en la plaza pública nos vemos expuestos a exponer nuestros ideales y programas.Y convencer a los ciudadanos que nuestro relato de lo que soñamos para Chile es coherente con el testimonio de nuestra trayectoria política.
Estilos y convicciones son puestas al ruedo público para que los ciudadanos decidan.
Para los que tenemos esas convicciones democráticas, resuenan ridículas las palabras que dicen que las primarias son un proceso para “legitimar” a ciertos candidatos que ganan en las encuestas. Esto se trata de democratizar los procesos e incorporar a los ciudadanos en la toma de decisiones. Ese es el gran paso que ha dado la DC al ser el primer partido que tiene primarias para elegir a su abanderado.
Las convicciones no se tranzan por una encuesta, se debaten en la calle. A los DC nos tiene que volver a latir el corazón, para ser una mayoría que articula los cambios políticos. Debemos recuperar la confianza de aquellos que dejaron de creer en la política.
A la política le sobra calculadora y le falta pasión. No podemos renunciar a priori a trascender con nuestras ideas: comunidad, libertad y dignidad de la persona humana.
Lo que en clave actual se transforma: en reforma urbana, protección de la clase media y los distintos tipos de familia, y redistribución del poder político, económico y social.
De lo que hablo no es de cupos, ni cuotas de poder, a lo que me refiero es a la esencia del humanismo cristiano: ser un partido de vanguardia que viene a transformar la realidad para hacer un Chile más justo. Un partido con vocación de transformación y no hambre de administración.
La otra dictadura que nos preocupa es la dictadura de los promedios. Mientras el Gobierno mira sorprendido su baja aprobación a pesar de sus “éxitos” económicos, nosotros sabemos que ha caído enamorado por la dictadura de los promedios.
Mientras el 77% de los chilenos se declara feliz, en el segmento ABC1 el 90% se encuentra en ese estado y en el estrato socioeconómico E baja al 56%.
En materia de embarazo adolescente hablamos que 54 de cada mil niñas queda embarazada, pero en Vitacura la cifra es de 5 de cada mil, mientras que en Collipulli es de 100 de cada mil adolescentes. Nuestra tasa de mortalidad infantil es promedio 7 por cada mil niños, pero si naciste en Sierra Gorda puedes ser uno de los 58 de cada mil niños que mueren al nacer.
Estos ejemplos pueden extenderse al infinito: superficies de áreas verdes para ricos y pobres, madres solteras de acuerdo a comunas, o tasa de homicidio según barrios.
¿De qué vale una campaña en este contexto?, es la oportunidad para construir una épica sustentada en una política que mira al futuro y sus perspectivas y no se engaña por su pasado.
Este 19 de Enero es mucho lo que está en juego. La DC ha ratificado su compromiso con la democracia en lo sustantivo: cada uno de ustedes será libre de elegir quién mejor representa en la próxima elección a este partido.
Ahora son ustedes los llamados a atreverse a derrotar las nuevas dictaduras.