Hace unos días todos quedamos impactados por lo que ocurrió en La Araucanía. Vimos un grado de violencia que no se observaba hace muchos años en nuestro país y que nos debe llamar tanto a la reflexión, como a la acción.
Las deudas que existen con el pueblo mapuche son históricas, no tienen que ver con compromisos puntuales, sino que son una serie de situaciones y hechos que han acrecentado la desconfianza de las comunidades en su relación con el Estado de Chile. En palabras del pueblo Mapuche lo definen como un largo listado de incumplimientos. Esta relación de desconfianza partió desde el mismo momento en el que se determinó unilateralmente que se anexara el territorio mapuche al Estado chileno.Desde una perspectiva histórica, esto no es menor, ya que ese es el punto de origen de las injusticias y de los posteriores conflictos.
El pueblo mapuche ha sido muy digno en mantener vigentes sus demandas por la recuperación de territorios por cientos de años. Y así como existen muchas comunidades que han logrado de manera pacífica volver a habitar sus tierras ancestrales, hay otro número de comunidades que considera que eso no es suficiente y que se debe avanzar incluso en generar un estado autónomo para el pueblo mapuche, radicalizando los mecanismos de presión.
Por otra parte, el Gobierno de Chile enfrenta la crisis actual buscando reafirmar su postura frente a la opinión pública, antes de elaborar soluciones de largo plazo.Resulta curioso que solo horas después de ocurrido el fallecimiento del matrimonio Luchsinger-Mackay, instalara el concepto de que era un atentado terrorista, enviara más carabineros a la zona y que incluso amenazara con decretar un estado de excepción para hacer frente a la violencia en la zona. El resultado de ello, es que hoy la violencia en la Araucanía no ha disminuido y la posibilidad de llegar acuerdo entre las partes se ve lejana.
Los esfuerzos se deben enfocar en lograr construir una convivencia armónica, para ello el Estado y la ciudadanía debe respetar la cosmovisión del pueblo mapuche. Y que mejor forma de hacerlo que dentro de los planes educacionales de los colegios, donde se enseñara de manera obligatoria las costumbres, tradiciones y valores de nuestros pueblos originarios. ¿Cómo vamos a pedir a nuestros niños y jóvenes que miren de manera distinta al pueblo mapuche si desde pequeños le enseñan en historia sobre la “pacificación de la Araucanía”?
Un cambio cultural profundo, debe ir aparejado desde ya con el desarrollo y manejo de las áreas de productividad que permita a toda una región avanzar y no solo a un grupo minoritario de empresarios.
En el ámbito político no se ha observado una real intención de buscar soluciones a nivel del sistema que nos rige como nación. Por ejemplo, reactivar la ley que reconozca su condición de pueblo dentro de nuestra Constitución es un primer paso. Una nueva institucionalidad para los pueblos originarios también es parte de lo que debemos hacer. Repensar la aplicación de la ley antiterrorista, que más bien se ha utilizado como una ley anti mapuche.
En materia de seguridad, el Estado tiene que poner todos sus esfuerzos en prevenir las acciones violentas contra los agricultores,pero igualmente, terminar con los allanamientos a las comunidades. Esto último, -a partir de la información que hemos conocido- violentan a los propios mapuches muchas veces de manera injusta y con graves consecuencias para mujeres y niños. Aquí claramente el camino no es seguir repitiendo los mismos errores del pasado militarizando la zona, sino que buscar nuevas soluciones de carácter político que permitan dar una señal clara que el Estado de Chile quiere tener un nuevo trato con sus pueblos originarios.
Sin embargo, el pueblo mapuche siente desconfianza del Estado de Chile, tanto de éste gobierno, como de los anteriores. Solo cabe recordar la mediática mesa de diálogo que se instaló en el cerro Ñielol en Temuco el 2010 y que nadie nunca supo qué resultado tuvo. O lo que sucedió hace menos de un mes cuando se aprobó la Ley de Pesca pasando a llevar el Convenio 169 , sin tomar en cuenta la palabra de los pueblos ancestrales.
Claramente hoy no basta con llegar a la Araucanía con un paquete de becas y de beneficios productivos o asistencialistas, llenar de carabineros e incluso militares –como algunos proponen- eso es no entender el desafío histórico y social que estamos viviendo.
Un nuevo trato con el pueblo mapuche comienza cuando el Estado de manera unilateral de señales de querer avanzar en construir paz y justicia en la Araucanía. Cuando tome el convencimiento de que para acabar con la violencia, se necesita construir un país igualitario, sin discriminación y orgulloso de sus pueblos originarios.