El Ministro Larroulet ha insistido en que los autores de los atentados en la Araucanía están vinculados a las FARC y al FPMR.
El Ministro Chadwick ha asegurado que se trata de un grupo pequeño y el Intendente de la Araucanía hasta insinuó que estarían identificados.
La pregunta de rigor entonces, es por qué, si al parecer las autoridades tienen la información respectiva, los hechos de violencia continúan.
¿Ausencia de Inteligencia? ¿Diagnósticos errados? ¿Ignorancia? ¿O la suma de todos los factores? Quién crea que la cuestión mapuche se soluciona con una agenda represiva y sólo con políticas sociales , está muy equivocado y probablemente desconozca la realidad de los pueblos originarios y de la historia que hay detrás y que hoy nos pasa la cuenta a todos, sin excepción.
Lo cierto es que en la región, con o sin información precisa sobre los autores de los últimos hechos, los habitantes de la Araucanía están cansados, preocupados y escépticos.
Sensaciones que en las comunidades mapuches se agudizan sumándose el temor de allanamientos masivos nocturnos, donde , en muchos casos, niños y ancianos son golpeados y heridos.
Por otra parte, el homicidio del matrimonio Luchsinger-Mackay , además de generar una masiva y pública condena, ha provocado reacciones diversas, incluyendo a quienes llaman a armarse, entrando en un terreno inaceptable y peligroso que no podemos avalar, bajo ningún pretexto, razón o argumento. La violencia genera más violencia, y aunque esta frase se ha repetido a lo largo de la historia,todavía muchos parecen no entenderla.
La dimensión del tema es complejo, pues no se trata sólo de las demandas y respuestas que los distintas gobiernos han ofrecido para llegar a acuerdos. La dimensión de fondo y real es la política, una que no hemos sido capaces de abordar, con seriedad y transparencia, con altura de miras y generosidad, comenzando por el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios, reconociéndoles su cosmovisión y su ancestral cultura en tierras que, en muchos casos fueron arrebatadas.
Las demandas por tierra en el valle Quinquén; la construcción de la represa Ralco en el Alto Bío-Bío, la instalación de empresas forestales y agricultores privados en territorios que los indígenas consideran históricamente suyos, fueron hechos que encendieron las protestas al comienzo de los años 90.
Todo, acompañado de índices de pobreza alarmantes y de una ausencia de participación indígena en los diversos órganos del Estado. Un ejemplo reciente fue la aprobación de la ley de Pesca, que voté en contra, y que no cumplió con la consulta del artículo 6 del Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Originarios, dañando los intereses del pueblo huichille.
Llamar al diálogo es una exigencia y un deber ético, pero no es fácil, porque entre los problemas existentes, la ausencia de liderazgos claves en el mundo mapuche dificulta el proceso de conversación y la búsqueda de acuerdos. Ello, sin embargo no puede ser un freno y desde cada una de nuestras esferas debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para dar un giro, establecer un nuevo trato, entregar respuestas políticas y comenzar a escribir una capítulo de la historia basado en el respeto a la pluriculturalidad, el valor de la diversidad étnica, obviamente, comenzando por su reconocimiento Constitucional.
Lonkos, machis y werkenes siguen esperando junto al Rehue. Todo Chile espera, la responsabilidad es de todos.