El miércoles 21 de noviembre, la periodista Verónica Franco Montecinos recibió el Premio “Carmen Puelma” 2012, que entrega anualmente la Asociación Chilena de Seguridad (AChS). A continuación, el discurso con que agradeció el galardón.
Antes que todo, muchas gracias. Gracias a la Asociación Chilena de Seguridad y al jurado. De verdad fue una gran sorpresa para mí este premio, que no estoy segura de merecer habiendo tantos periodistas de gran trayectoria y prestigio en el país.
Gracias también a las responsables del INTA de la Universidad de Chile, con quienes trabajo en la radio unidas por el interés en que los chilenos sepan que pueden vivir de manera más saludable y que fueron las artífices de mi postulación.
Agradezco este reconocimiento no sólo por haber sido elegida, sino porque es un premio que estimula el ejercicio de un periodismo que realmente contribuya a tener un país mejor. Un periodismo positivo, en el más profundo sentido de esta palabra, como el que desarrolló Carmen Puelma en distintos medios, entre ellos Radio Cooperativa a principios de los 70, donde llegó a ser jefa de informaciones y motor de uno de los grandes programas políticos de la historia de las comunicaciones en Chile: “Las mujeres también improvisan”.
Le agradezco a la Radio Cooperativa, mi radio, porque me dio la oportunidad de iniciar allí mi carrera, de conocer lo que significaba ser una periodista “de verdad” cuando recién terminaba mis estudios. Porque me ha permitido desarrollarme, crecer profesionalmente y trabajar al lado de grandes de las comunicaciones, como Manola Robles y el Premio Nacional de Periodismo Sergio Campos y como mis compañeros y mis jefes de hoy.
Gracias a la Universidad de Chile, donde me formé y donde pude conocer y practicar valores como la diversidad de pensamiento, la tolerancia y la libertad de expresión. Ése fue también el espacio donde hace más de 25 años crucé mi camino con el de personas espectaculares. Algunas de ellas -Claudia Araya, Claudio Le-Fort, Rubén Bravo, el cabezón Hidalgo, Urruti- partieron de este mundo demasiado temprano, pero yo sé que hoy están compartiendo este momento conmigo desde otra dimensión. Otras de esas personas continuaron formando parte de mi vida de estudiante, de periodista y de Verónica, y aceptaron acompañarme en este día…
Gracias a los directores de Periodismo de la Universidad Católica y de la Universidad Finis Terrae por creer que puedo aportar algo a sus estudiantes.
Y, por supuesto, el abrazo y el agradecimiento más profundo a mi familia: a mi mamá y a mi papá, sin cuyo cariño, convicción, tesón, incentivo y compañía no sería la mujer que soy. A mi hermana y mi cuñado que son mi soporte permanente. A mis hijos, Vicente y Antonia, que son mi vida. A mis amigas/hermanas siempre contenedoras. A mis amigos, siempre presentes.
En estos días, luego de recibir la noticia del premio, he estado pensando: ¿Qué significa el periodismo positivo? ¿De qué manera podría ¡yo! representarlo?
En realidad, más que encontrar una explicación razonable al hecho de haber sido la ganadora, llegué a la conclusión de que este galardón me brinda la oportunidad y la responsabilidad de hacer vivo ese concepto.
Comparto la visión de Fernán Gazmuri, en cuanto a que un periodismo positivo no es aquél que se limita a reproducir relatos de terceros o el que da “buenas noticias”. Es una forma de asumir el compromiso que los comunicadores tenemos ante la sociedad. Y ese compromiso es simplemente el de hacer buen periodismo.
Desde hace algunos años se habla mucho de responsabilidad social. Y es bueno que cada día haya más empresas socialmente responsables, pues todas aquellas iniciativas que apunten al bien de la comunidad, sobre todo cuando están incorporadas al quehacer diario de las organizaciones, son bienvenidas y valoradas.
Si llevamos este tema al ejercicio del periodismo, me atrevo a decir que la nuestra es, por esencia, una profesión socialmente responsable. Es decir, no es concebible un periodismo sin una mirada que busque contribuir a que las personas estén mejor y, con ello, a que la sociedad en su conjunto progrese.
Y, por cierto, el rol de los medios de comunicación en todo lo que tenga que ver con mejorar las condiciones de vida de las personas, especialmente de las más postergadas, se convierte en un deber ineludible. Cuando logramos transmitir eso a través de nuestros mensajes, cuando somos capaces de abstraernos por un momento de la presión del rating, de la sintonía o de las ventas, cuando la verdad se convierte en nuestro norte, creo que estamos frente a un periodismo positivo.
Porque ¿Para quién trabajamos los periodistas? ¿Para un medio? ¿Para una institución? No, los periodistas trabajamos para la gente, y esa gente tiene expectativas respecto de nosotros: nuestros auditores, nuestros lectores, nuestros telespectadores, esperan que se les diga la verdad, que se les muestren todas las caras de los hechos, que se les oriente en cuanto a sus derechos, que -sin crear pánico ni alarma- se les prevenga de los riesgos de distinto tipo a los que cualquier ciudadano está expuesto, que les entreguemos herramientas para defenderse, que les infundamos tranquilidad en situaciones críticas, que les ayudemos a ser personas informadas, que saben de su barrio, de su ciudad, de su país… del mundo en que viven y que lo entienden.
En una democracia el periodismo cumple además un rol fundamental: dar a la gente información que le ayude a ejercer su ciudadanía. En esa medida, creo que el buen periodismo lo es a secas, sin apellidos: no creo en el periodismo de trinchera: ni en el de oposición ni en el de gobierno.
Tampoco en el periodismo aséptico o sin compromiso. Por el contrario, creo que la relación entre la prensa y las instituciones debe apuntar a fortalecer el Estado y no a minarlo, siempre cuidándonos de no atender sólo las necesidades y requerimientos de las élites.
Debemos contribuir como periodistas a que exista un vínculo de colaboración en beneficio de los ciudadanos, pero al mismo tiempo, cautelar que ello no sea óbice para que los medios ejerzan su derecho -y su deber- de vigilar las acciones de los gobernantes, cerciorándonos de que ejercen su rol como es debido. Tenemos el derecho y el deber de criticar y denunciar lo que deba ser criticado y denunciado, porque eso también es ejercer un periodismo positivo.
Todo eso es mucho más potente en el caso de la radio. No es casual que la radio sea el medio más creíble para los chilenos. Al que acuden primero en casos de emergencia (y si no lo creen, recuerden lo que ocurrió para el terremoto de 2010).
Mientras estuve en la universidad nunca pensé dedicarme al periodismo radial. En esa época todas queríamos ser entrevistadoras políticas en un diario. Hoy, la mayoría pretende ser reportera estrella en la televisión o dedicarse a las comunicaciones corporativas o estratégicas
Sin embargo, es en la radio donde está la posibilidad de comunicarnos de manera más directa e inmediata con la gente. Es el medio que se siente más cercano, empático y el que crea mayor fidelidad. No por nada -y perdonen que hable de mi casa- Cooperativa no sólo logró sortear la difícil transición que significaba para un medio de oposición acomodarse a la democracia, sino que en estos 22 años ha logrado mantener su liderazgo sobre el resto de las radios informativas en el país… aunque haya informaciones mañosas que intenten mostrar algo distinto.
Esto se explica por un trabajo que se hace día a día, pero también por la fidelidad de los auditores, algo que no se replica en diarios ni en televisión y que no se ve minado ni siquiera por la fuerza de los medios digitales y las redes sociales.
De hecho son esas mismas redes sociales el nuevo desafío del periodismo, nos replantean la conexión con la gente, gente que te habla 24/7, gente que -con justo anhelo y derecho- quiere ser escuchada, hacer su pregunta, mostrar su problema, su realidad.
Y en la red también hay espacio para el periodismo responsable, el periodismo que, por ejemplo, sabe leer tuits, que sabe tomar el pulso del clamor popular-virtual, pero siempre relevando lo importante y el reporteo en la vida “real”.
Por eso también soy tuitera, tuitera a veces mujer, a veces madre y a veces periodista. Dispuesta a dialogar y contar historias.
De hecho, hace unos días fui al curso de mi hija, un primero medio, a contarles sobre el periodismo como opción de carrera y de vida.
Me encontré mostrándoles la parte linda de la profesión: los viajes, el conocer gente que de otra manera nunca aparecería por tu lado, la posibilidad de estar en contacto con el mundo de manera permanente, de saber casi siempre de primera fuente lo que ocurre… pero también les conté de las jornadas extensas, de las esperas interminables, del aburrimiento de escuchar siempre a los mismos contar las mismas cosas y del riesgo de acomodarse al sistema, de responder a las necesidades de los medios y no de la gente.
Me descubrí mostrando el periodismo que no tiene intención de ser protagonista, sino relator de historias… De los reporteros que no sueñan con ser estrellas sino canales de encuentro. De los periodistas que no buscan el golpe sino la verdad… o lo más parecido a la verdad que haya.
Decidí ser periodista cuando estaba en cuarto medio. (Mi madre, por cierto, quería una hija médico. Mi padre, una hija abogada). Yo simplemente quería contar historias. Mirar el mundo, cuestionarlo, conversar con gente brillante, con gente sencilla y ayudar a construir realidad.
En eso he estado, en eso estoy. Gracias por decirme que no equivoqué el camino.