El Presidente de la República decidió permanecer en Isla de Pascua para alejarse del “ruido infernal” de la política, según su propia definición.No saca nada con descalificar a “políticos” y “periodistas”, pues ello no le ayudará en nada a las soluciones que busca para paliar, aunque sea en parte, la derrota en las recientes elecciones municipales.
En torno a ello valdría la pena preguntarse, en primer lugar, por qué el resultado golpea tan duramente al gobierno, desplazando del epicentro del huracán a los protagonistas directos, los partidos políticos de la derecha y sus candidaturas. Por la sencilla razón que el gobernante cometió un doble grave error en el ejercicio de sus atribuciones y en la conducción estratégica de su bloque político.
El primero de ellos fue su decisión de intentar encapsular o “entubar” la carrera presidencial de la derecha en el gabinete ministerial. Para contener el protagonismo “por fuera” de los aspirantes aliancistas recurrió a una formula explosiva, meterlos a todos a cargo de un ministerio; decisión aplaudida por sus amigos y recibida con obsecuencia por los jefes de partidos oficialistas y elogiada por ciertos articulistas como una gran “movida” estratégica. En La Moneda se respiraba la autocomplacencia por esta aparente “visión de Estado”.
Desde la oposición advertí el conflicto que se iba a desatar por el uso de las funciones ministeriales para lograr la tan preciada candidatura presidencial. Dicho de manera directa: esa decisión política propició lo que acaba de ocurrir: el intervencionismo electoral en gran escala, lo que malamente se ha llamado “presidencializar” las municipales.
Cuando los altos cargos pasan a ser usados como trampolín para ganar la próxima elección no se puede realizar un buen gobierno.
El segundo gran error fue hacer causa común con la UDI en la idea de instrumentar el hiperactivismo que permiten los ministerios para afirmar las candidaturas en apuros.
Con ello se ganaría la “lealtad” de los ediles por los favores concedidos. El presidenciable sellaría una imagen de “salvador”. Esa sería la mística donde no la hay.
Entonces se dio “manga ancha”. No había que reparar en gastos, ya que en realidad lo que pretendían decidir eran las futuras presidenciales.En la cúspide del poder se vivió en una burbuja. Hoy no sacan nada con “echarle la culpa al empedrado”. Para rectificar hay que reconocer el error.
El “ruido infernal” que debe terminar es el que provoca el intervencionismo electoral desde el gabinete. Solicitamos no más ministros en campaña.
No cabe duda que el cambio de gabinete es importante. La expectativa no es menor, deben acabar las malas prácticas. Se requieren seguridades que no se repetirán. Si no fuera así, en el Ejecutivo recaerá la responsabilidad política por una nueva conducta de intervencionismo que altere y enerve el clima nacional en el curso de la contienda presidencial.
Que el buen espíritu republicano sea lo que prevalezca, es lo que Chile espera.