Nuestra democracia comienza a evolucionar, aún a pesar de las restricciones externas, que pretenden maniatar este nuevo impulso vital, que la pone a prueba, a una velocidad bastante inusitada.
Suprimido el voto obligatorio, que ligaba por ley la participación con la representación, terminaron estas por desacoplarse definitivamente, comenzado cada una, un movimiento centrífugo, con consecuencias insospechadas.
Por lo pronto, la abstención de prácticamente el 60% de los electores debido a una falta de sentido evidente, reflejada en un “¿para qué votar?, no me interesa, si lo hago, no influye en nada”, permite augurar una caída mantenida de esta práctica cívica, salvo en personas con fuerte sentido ideológico, como en el caso de Santiago, y/o motivadas de forma muy subjetiva y emocionalmente, como fue en el caso de los alcaldes de Providencia y Ñuñoa.
Este último voto podríamos llamarlo, emocional subjetivo, un voto a la “carta”, como la elección de un plato en un restaurante, y sería condicionado por los contextos situacionales, muy asociado a sensaciones, imágenes y emociones, cercano a los jóvenes de hoy, con un fuerte componente individualista egocéntrico, donde la satisfacción sólo está en haber logrado el objetivo inmediato satisfactorio propuesto, ojalá con características de una aventura épica, de la cual fueron partícipes y líderes.
Nada garantiza en este caso, la dirección del próximo voto, ya que es parte de una masa fragmentada y volátil, sólo auto organizada transitoriamente, a través de los medios y redes sociales, acicateadas por la novedad, el riesgo y el placer que esto conlleva.
Disueltas las utopías, nos alcanzó por fin, sobre todo a los jóvenes, y al parecer de forma irreversible, la temida muerte de los “metarrelatos” político-ideológicos, configuradores de sentido.
Sólo el mercado omnipotente y omnipresente, asistió alborozado al entierro, sin intuir que finalmente asistía al suyo propio en el futuro. Su discurso funeral de eficiencia y utilidades, contribuyó a esta muerte de forma radical, al instalar el relato de los no relatos, porque éste, no arrastra una historia, ni genera una identidad que permita una mirada de futuro trascendente.
Por su parte, la participación, desarticulada ya de la representación, y no siendo los viejos partidos capaces de articular y agregar los verdaderos intereses de las personas, inorgánica, se desinstitucionaliza y se transmuta en la acción de la masa actual.
Esta suma de soledades, a veces, nihilista, violenta y anárquica, en un movimiento coloidal permanente, desmovilizada por los medios, la desesperanza y la frustración, en medio del consumo y la entretención, pero llena de bostezos y tedio, espera con ansias a cada nuevo líder revolucionario y redentor, como aquellos de antaño, que por un poco tiempo, le de forma y la lance con unapasión añorada a las calles, despertando la ilusión de un cambio, que entreteja un sentido, que se deshace en jirones.
Que no se equivoquen los que hablan de elecciones programáticas, y miran hoy a las elecciones de Estados Unidos con sus evolucionados debates de verdaderas ideas, en busca de una respuesta.
Hoy sólo existen en nuestro país, mayoritariamente personas en busca de su satisfacción y bien-estar acelerado. Solo personas en busca de realización y felicidad placentera personal.
No queda más que crear tantos programas como personas, o lanzarse en una revolución neo populista, con un buen líder emergente carismático, lleno de sentido, que reviente las calles y los medios, con la pasión de un sueño, a encarnar en un futuro de bien común.