Después de años de procesos eleccionarios frustrantes donde la Democracia Cristiana ha perdido cientos de miles de votos como colectividad, la tarea que se han impuesto quienes dirigen el partido es simple pero a la vez complejo: subir un peldaño como fuerza política.
Y no es solo un juego de palabras porque intentar recuperar terreno de manera lenta pero segura, pudiera parecer no solo lo más aconsejable y prudente, sino lo políticamente correcto en el actual escenario ciudadano.
Porque lo complejo de la idea está precisamente en ese “escenario ciudadano” que rechaza a la clase política; que cree en la queja colectiva de la calle y que no quiere esperar a las soluciones futuras, sino tenerlas ahora. Esa ciudadanía que hoy está inscrita obligatoriamente en los registros electorales y que no sabemos a ciencia cierta cómo responderá al primer desafío del voto voluntario.
Las municipales se presentan bajo estas condiciones como la prueba de fuego para los partidos y la Democracia Cristiana asume ese riesgo en el convencimiento de que ha aprendido la lección de forma dura en la última década, pero que está dispuesta a enmendar el curso y retomar las ideas que la fundaron como colectividad.
Porque todas esas ideas están más vigentes que nunca en el Chile de hoy y nos golpean a la cara reclamando tener nuevamente protagonismo.Porque no hay verdad más cierta en nuestra declaración de principios que proclamar como “fundamentales los derechos de la persona humana. Reconocer su naturaleza libre, su trascendencia espiritual, su realización en la vida familiar y colectiva, su derecho a la educación, al trabajo y a la seguridad. Tales derechos son anteriores al Estado”.
Muchas veces, cuando en nuestro rol de alcaldes no encontramos solución a los problemas del día a día es bueno volver la mirada hacia nuestras raíces y nuestra historia y seguramente siempre encontraremos una respuesta. En política esto no es tan diferente.
Por eso, la meta en estas municipales para la Democracia Cristiana parece ser muy baja: sólo subir un peldaño. Donde hay un concejal, subir a dos; donde hay dos,¿ por qué no aspirar a una alcaldía?
Es sólo un paso, pero es firme y decidido, renovador en nuestras ideas fundamentales y de cara a la gente para recuperar esa confianza que nos hizo grandes en un pasado reciente.