El episodio de disminución por vía administrativa de los pacientes de lista de espera AUGE; la confirmación de las gestiones gubernativas para cambiar el resultado de la encuesta CASEN en lo relativo al índice de pobreza en el país; las denuncias de diferentes alcaldes acerca del perjuicio a sus comunas en la distribución de subsidios destinados a viviendas sociales, favoreciendo discrecionalmente a los ediles amigos del régimen de turno; las severas carencias que se produjo en el censo 2012, mostrando un INE muy por debajo de las exigencias actuales; todo este conjunto de factores han provocado una regresión en la fe pública, que es uno de los patrimonios más importantes y trascendentes con los que debe contar una nación.
La derecha en el gobierno nos ha vuelto atrás, estamos nuevamente en circunstancias de profundas dudas y cuestionamientos a los avisos e informaciones procedentes de la autoridad, como no ocurría desde el régimen autoritario.Afortunadamente, no a los niveles alcanzados en ese periodo. Pero sí en un grado serio y preocupante.
Llegar a la ausencia de credibilidad como ocurrió bajo la dictadura es prácticamente imposible, dado los avances del país en materia de transparencia; sin embargo, la autoridad gobernante debe aceptar que su afición por los anuncios de todo tipo, que su afán mediático compulsivo para resolver su impopularidad, que su permanente conducta de auto ensalzarse y que el uso de la “letra chica” no resisten mas y han provocado, precisamente, que la sociedad ponga en duda lo que se le dice y no crea en la hemorragia de promesas que debe soportar a diario.
Las familias por humildes que sean valoran y respaldan la tradición republicana y se distancian de la manipulación informativa. Como por ejemplo, lo dicho por el vocero, que la declaración de la CEPAL sobre la CASEN cierra el debate sobre el tema, cuando lo que hace es exactamente lo contrario, ya que para Chile sería de un altísimo costo que dicho organismo internacional retirara su colaboración en esta materia.
Es malo para Chile que en los hogares esté presente cada día la duda acerca de lo cierto o incierto de lo que declara la autoridad. Se trata de una regresión hacia la desconfianza, de un grave debilitamiento de la credibilidad frente al cual la autoridad responsable debiese prontamente rectificar.
Pero no lo hace. Una prueba elocuente es que hay miembros del gabinete que, ante la pugna por la candidatura presidencial de sus pares, llegan a señalar que los precandidatos se pueden quedar “lo que quieran”; esta actitud es una auténtica ofensa a chilenos y chilenas que cada día más rechazan el mal uso de los cargos públicos, en este caso, para promocionar apetitos personales. La carrera presidencial desde los ministerios es inaceptable, resulta lamentable que el Presidente no sea capaz de ponerle atajo.
Cuando la autoridad permite que su propia conducta borre la frontera entre lo que es política pública o propaganda personal se genera este fenómeno de regresión en la confianza ciudadana. Más penoso resulta el hecho que muchos de los que cometen estas malas prácticas posan de ser los ingleses sudamericanos y miran con desdén hacia naciones hermanas que, livianamente, consideran “bananeras”.
No puede ser un buen gobierno aquel que no asume su responsabilidad frente a la necesidad de mantener y robustecer la confianza y la fe en los asuntos públicos, aquellos que marcan e indican la orientación del país.