En política no solo hay que tener buenas cuñas, respuestas rápidas golpeadoras y de fácil memorización, hay también que tener respuestas verdaderas y consistentes.
Una frase que no pasa la prueba de la veracidad es la que enrostra a la Concertación aquello de que el cambio no llegará de la mano “de quienes tuvieron 20 años para hacerlo”. Lo característico de este tipo de afirmaciones es que esconden un notable vacío de contenido.
Nadie tiene tiempo en 20 años para hacerlo todo, pero sí para responder a los desafíos claves de su tiempo. Fue eso precisamente lo que hizo la centroizquierda en el poder. Fue por eso que Chile se transformó en una dirección reconocible de progreso y estabilidad.
Es por eso también que el orden de prioridades en la agenda nacional fue cambiando. No es que los problemas desaparecieran, sino que fueron reemplazados por nuevos escollos que aparecían, precisamente, porque se estaba progresando.
Se hay alguien experto en cambio social y político en nuestro país, esa ha sido la Concertación.
El desarrollo constante y continuo llegó a ser una experiencia tan habitual para los chilenos, que llegó a parece una obviedad. Algo que cualquiera podía seguir impulsando desde La Moneda, con iguales o mejores resultados.
El tiempo llegaría a demostrar que no se progresaba porque sí, sino porque se estaba haciendo bien la mayor parte de las cosas.
Está quedando demostrado que lo característico de un mensaje corto, que no busca ser verdadero sino simplemente impactar es la utilización de términos ambiguos.Nada de recurrir al rigor y la precisión. Nadie sabrá nunca con exactitud qué puede significar la frase “ellos no trajeron el cambio”. Cada cual la interpreta como quiere, estrictamente no dice nada, pero tiene la apariencia de una idea con contenido.
Así se puede hacer de la ambigüedad una posición política, lo cual puede servir para muchas cosas durante un tiempo indefinido. Claro está que, en algún momento hay que tomar decisiones, marcar puntos de vista y, en ese momento, no habrá subterfugio verbal que valga de excusa. El vacío hecho política es una buena definición de populismo.
De modo que con un uso amañado del lenguaje los que han hecho mucho por el país, son mostrados como quedando en falta, y, por si fuera poco, quien los juzga aparece como adoptando una posición distante, despectiva y superior, solo porque se permite emitir juicios que no sostiene con hechos, que no necesita contrastar con las propias conductas efectivas y que lo deja en permanente actitud de juez frente a los demás.
Pero lo más sorprendente de esta práctica política es que lo que parece dictarse es una condena permanente: lo que no han hecho hasta ahora, no lo podrán hacer jamás.
La verdad es que las grandes apuestas políticas no se agotan. En algún momento pueden lograr actualizarse y en otros quedar rezagadas, pero nunca dejan de estar presentes. De la derecha se puede decir que lo ha hecho bien o mal, pero no se dice que va a desaparecer.Lo mismo ocurre con la centroizquierda.
El agotamiento de un equipo político de primera línea no es el agotamiento de todo un sector. Más bien es un llamado a renovar cuadros. Algo de esto le ocurre a la Concertación.
Se puede llegar a concluir que los mismos que han dirigido la política durante dos décadas, no son los mismos que han de dirigirla en los próximos 20 años. Esto es una obviedad.Pero la tarea de regenerar cuadros dirigenciales es un desafío a emprender de todas formas.
Soy un convencido de que la Concertación podrá realizar con éxito el tránsito de una generación a otra en la conducción política. Creo que esta posta ya se está produciendo en los partidos y, sin duda, si se gana el gobierno en el próximo ciclo político este proceso experimentará una notable aceleración.
La Concertación ha entregado un país mejor que el que recibió, después de transformarlo profundamente, pero no se ha transformado en igual medida ella misma. De eso se trata ahora, de manera de asegurar su vigencia para los tiempos que corren.
La pregunta más pertinente ahora es una bastante sencilla, ¿Por qué los críticos de la Concertación han de estar mejor capacitados para responder a las necesidades políticas del país? ¿Por qué no podría darse una centroizquierda con liderazgos de reemplazo en la dirección de los respectivos partidos?
La intensidad de la crítica no asegura una capacidad equivalente para construir propuestas y aglutinar mayorías estables.
En realidad la centroizquierda se diluye como alternativa solo por autodisolución. Tiene que declararse ella misma inepta y anticuada de manera permanente para que así suceda.
Pero esto último no va a ocurrir, aun cuando existan algunos dirigentes que se entregan alegremente a la autocrítica más feroz. Los movimientos sociales no van a encontrar su expresión política en uno de los partidos existentes solo porque se les intente halagar de continuo o porque se les invita a eventos o seminarios.
Lo que al final cualquier movimiento social requiere no son aduladores que se ofrezcan de intérpretes sino contrapartes serias y responsables con las cuales logren que parte de sus anhelos se conviertan en cambios verificables y permanentes a favor de una mayor equidad. De eso se trata ahora.