Nuevamente se instala en el debate político la cuestión de la salida de los presidenciables del Gabinete.
No se trata de una discusión nueva.Al contrario, ha estado en el centro de la polémica en varias oportunidades. La intensidad que asume sube o baja dependiendo de las características de la coyuntura.A tres meses de las municipales el debate pasa de latente a manifiesto.
En este contexto surgen dos preguntas; ¿por qué el oficialismo quiere mantener a los presidenciables lo más posible en el gabinete y la oposición exige su salida inmediata?
En el oficialismo hay cinco razones que lo explican. En primer lugar, surge el hecho de que están en un escenario de inmovilismo presidencial que ha dejado para “después” todos los temas relevantes; mecanismo, fechas, relato, equipos.
En segundo lugar, está la necesidad de evitar las tensiones internas y el desgaste –en una fase de baja aprobación- que implica la lucha por el posicionamiento presidencial a dos o tres bandas.
En tercer lugar, surge la política del espejo; es decir, moverse en función del “factor Bachelet”. En efecto, la virtualidad de la candidatura de la mujer ONU da tiempo, espacio y motivos para dilatar la definición presidencial a la espera de un mejor rendimiento político.
En cuarto lugar, aparece la necesidad política de enfrentar el escenario presidencial no sólo en mejores condiciones de aprobación, sino también con presidenciables mejor posicionados en el terreno de la competencia electoral. De hecho, salir a competir por la sucesión con bajos niveles de aprobación y con la “crónica de una derrota anunciada” no es positivo para el fortalecimiento de su opción presidencial.
En quinto lugar, surge que el gremialismo debe definir su abanderado antes de competir al interior del conglomerado de gobierno; se debaten entre el pragmatismo y la necesidad de recuperar su purismo ideológico.
En definitiva, hay poderosas razones que condicionan que los presidenciables del oficialismo sigan en el gobierno. ¿Hasta cuándo? Desde las propias filas de Palacio se ha mencionado que ese hecho debe ocurrir después de las Municipales. Desde ese momento hay cinco largos meses –entre noviembre y marzo- para materializar la salida. Lo más probable, si no ocurre antes de las municipales, es que ello suceda entre noviembre y enero.
Si se sigue lo acordado hasta hoy, es decir, salir del gabinete después de las Municipales surge una pregunta ¿cómo harán para mantener la no injerencia electoral de los presidenciables? Competir a media máquina y en la frágil división entre el rol de político –con aspiraciones- y el de Ministro no contribuye a mejorar el rendimiento electoral ni del Gobierno ni de los presidenciables.
Sin embargo, ha surgido nuevamente otra “tesis Longueira” que en su habitual “visión estratégica” ha llamado a adelantar la salida de los presidenciables del gabinete y desplegarlos “sin frenos” en la campaña.
¿Cuál es la idea? Presionar a la Concertación y a Bachelet, romper el inmovilismo del oficialismo, sacar al pizarrón a Golborne, apurar a la UDI y evitar los conflictos que va tener el gobierno con sus Ministros acusados de estar en campaña con recursos públicos.
Para la oposición, la razón que se da es que los presidenciables están usando no sólo sus cargos –de alta visibilidad- para sus fines de posicionamiento, sino también los recursos públicos. Sin embargo, el interés está en que deben salir “hoy” para apurar la carrera presidencial del oficialismo, debilitar el peso político del ejecutivo y estimular sus tensiones internas.
En este escenario, es interesante analizar cómo se movieron los presidenciables de la Concertación que ocupaban cargos de gobierno.
Lagos dejó el Gabinete de Aylwin el 28 de septiembre de 1992; tres meses después de las municipales de junio, 8 meses antes de las primarias de mayo del ’93 y 15 meses antes de las presidenciales. Luego, dejó el Ministerio de Obras Públicas –con Frei- el 01 de agosto de 1998; a 10 meses de las primarias del ’99 y 17 meses antes de las presidenciales del mismo año.
En el gobierno de Lagos, Bachelet y Alvear dejaron el gabinete el 29 de septiembre del 2004; un mes antes de las municipales, 8 meses antes de las primarias –no realizadas- y 15 meses antes de las presidenciales del 2005.
Los tiempos políticos muestran que faltan tres meses para las municipales, 8 o 9 meses para la primaria oficialista –si es que hay- y 14 meses para la presidencial. La experiencia de Lagos y Bachelet indica que ambos salieron del gabinete un año y medio antes de la presidencial y 8 meses antes de la primaria.
Según estos datos, el oficialismo está en el límite de los tiempos “recomendados” para enfrentar una intensa batalla presidencial –que va perdiendo- con primaria incluida.
La coyuntura municipal sólo la experimentó Bachelet. De hecho, en esa campaña se generaron las condiciones políticas y electorales para la retirada de Alvear y su proclamación como candidata. De ese modo, vemos que la elección definió aspectos relevantes. La próxima municipal no tiene porque ser una excepción.
El oficialismo tiene debilidades y tres alternativas que dificultan que sus presidenciables dejen “a corto plazo” el gabinete. Hoy la lucha presidencial es latente y llena de limitaciones. Los tiempos se acaban y las voces para adelantar la salida se multiplican. La política es dinámica y sus caminos pueden cambiar sin aviso. En el terreno del cálculo y el pragmatismo todo es posible.