El gobierno de turno se empeña en desautorizar a la oposición política atribuyéndole que su conducta se motiva en el populismo y la demagogia, ello ha recrudecido en las últimas semanas en la discusión pública relativa al salario mínimo.
Sin embargo, a pesar de su condena a terceros, la autoridad practica insistentemente un inequívoco populismo, propio de aquellos caudillos que tanto critica y que han existido y existen en América Latina.
En efecto, a la larguísima lista de anuncios con que la autoridad se auto halaga todas las semanas, alimentando su autocomplacencia, ahora ha pasado a una nueva etapa, se ha entrado a la fase del descontrol de las promesas y, lisa y llanamente, estamos ya en pleno “ofertón” demagógico, aquel en que definitivamente se pierde el decoro en el uso del aparato público para fines individuales o subalternos, ajenos a la tarea de bien común, que es la que se debe realizar desde el Estado.
Es lo que pasa con el sr Ministro, Laurence Golborne, a todas luces favorito de La Moneda en los desvelos para perpetuar el control del poder en manos que sean amicales y que “cubran las espaldas” de la obra realizada, supuestamente, estos años.
El aludido ministro ha lanzado una así llamada consulta participativa en todas las regiones para indicar las prioridades de las obras publicas del próximo periodo. Es un listado amplísimo, con más de mil proyectos. Hay para todos los gustos, en el fondo como quisiera ser percibido el candidato ministro, un comodín, útil para todos.
La nómina cubre todo tipo de necesidades, desde obras de entubamiento y alcantarillado hasta aeropuertos. No se indica cuanta inversión significa cada una de ellas, a que población benefician y qué objetivos se consiguen construyéndolas.Además, no hay mención alguna de la rentabilidad y el impacto agroeconómico, social y ambiental.
Es un ofertón. Llegar y llevar, es una manipulación descarada de necesidades ciudadanas para fabricar artificialmente la imagen de hombre realizador que se desea para el candidato que ofrece el ofertón. Lo que pase después no importa.
Si habrá presupuesto que financie lo prometido no se sabe, en qué plazo se pueden hacer tampoco, con qué objetivos-país tampoco. Se trata del peor populismo. Grabar en la imagen pública realizaciones que no está en condiciones quien las promete de responder por su suerte futura.
Además, todo es para después de este gobierno y su candidato.
Si llego a ganar, parece decir el que promete todo esto, ya me las arreglaré para salir del paso, si pierdo, bueno, en ese caso, que el que me ganó se las arregle como pueda.
Luego, a los de oposición, se nos ataca como demagogos y populistas. ¿Qué tal? Por lo menos a mí me da vergüenza.