La civilización humana es planetaria; no hay razas superiores ni países herméticos. El esquema de desarrollos “autárquicos”, pensados “hacia adentro” de cada país, desentendidos o aislados de los demás, como fue la tónica de buena parte del siglo XX ya fue reemplazado por la interdependencia. La globalización se instaló sin contemplaciones.
Ahora bien, que en muchos aspectos acentúa y exaspera tendencias negativas del desarrollo humano es evidente, pero esta continua autopropulsión de las fuerzas productivas modernas es inevitable.
El valor del movimiento de los “indignados” en Europa es una evolución desde la negación hacia la voluntad de influir en este proceso globalizador. No es la misma mirada de las organizaciones radicalizadas de ultranacionalistas que estaban a la cabeza de las protestas hasta hace muy poco. Por distintos caminos hoy muchos se proponen disputar el sentido mismo del proceso a escala global.
Este profundo desafío se complementa con el fortalecimiento de la identidad nacional.Intuitivamente millones de personas pintan en sus rostros y visten los colores y emblemas nacionales, expresan una aguda percepción de sus culturas e idiosincrasia que se hacen presente en la superficie de esta evolución civilizacional para no “disolverse” en la globalización.
Sienten que sus raíces, historia, costumbres, que su patrimonio cultural no se puede tirar por la borda, es decir, que su identidad construida en siglos, debe “vivir”, soportar el cambio epocal y permanecer en ese mosaico que se configura a escala planetaria. Los pueblos no quieren ser borrados, cada día valoran más lo que han sido y su contribución a la humanidad.
Aquel que pensó que las naciones iban a desaparecer se equivocó rotundamente. Por muy poderosa que sea la globalización no puede, simplemente por impacto mediático, hacer un lado la identidad nacional; por el contrario, se afirma la diversidad y el respeto a la diferencia como una cuestión fundamental del nuevo periodo histórico.
La humanidad no quiere uniformidad y desde lo más profundo surge la demanda que la desigualdad social pueda ser superada por una sociedad justa de naciones, grupos étnicos, familias y personas que son distintas y que, por tanto, debe ser respetadas y no discriminadas.
En tal contexto, cada país debe mirarse desde su propia identidad y no de un aspecto de la misma o de una de las tareas que encara en un cierto momento.
Esta es la falla esencial del documento sobre Estrategia de Seguridad y Defensa presentado al país, por el gobierno el pasado 28 de Junio.
Su contenido pretende mirar los desafíos futuros de Chile desde la Seguridad, la que define como “política de políticas”, en consecuencia, magnifica una parte sobre el todo, bajo la concepción de “seguridad ampliada”.
Esto es muy delicado. Chile ya se miró una vez desde la seguridad nacional y el resultado fue trágico. Acepto que lo sugerido no es lo mismo, pero no se puede subsumir la visión de futuro del país en el concepto de la Seguridad. Es muy peligroso. Esa es una dimensión de las tareas del Estado, sin embargo, magnificarla no corresponde.
Todo indica que revertir la constante ampliación de la brecha de la desigualdad social es hoy la tarea primordial del Estado de Chile.
Lo que más me inquieta es que en este nuevo esquema las instituciones castrenses sean involucradas en misiones que no les corresponden, como el combate al narcotráfico, y se afecte o revierta la etapa de irrestricta profesionalización que se ha generado al calor de la consolidación democrática en nuestro país. Insertarlas en cualquier tarea de la contingencia es aparte de inconstitucional claramente contraproducente.
Además, Carabineros e Investigaciones son a quienes toca esa tarea.
¿Cuál es el sitio desde el cual definir “la tarea de las tareas”?Chile mismo.El actual estado de nuestro desarrollo y el resultado histórico que ello ha producido. Crecimiento desigual, estabilidad institucional, pero también centralización excesiva, extensión del trabajo precario y pobreza.
Muchos se entretienen en la discusión respecto del “modelo social” que se debe aplicar.Dedican tanto tiempo a ese ejercicio académico que devienen en recetitas, se preocupan más de la receta que del problema de fondo.
Hay que definirse; Chile ha dado un fruto severamente desigual. El país que queremos es una sociedad justa que resuelva la desigualdad que hoy provoca una fractura social inaceptable.
Otro error del diseño del gobierno, es formular su estrategia bajo la exasperación de las amenazas distorsionando la mirada de la globalización. El cúmulo de amenazas sobre las cuales el Documento fundamenta sus criterios es una visión similar a los que desean que mejor la globalización no hubiese ocurrido. Mirar el país desde las amenazas conduce a que la Seguridad se amplifique de tal manera que desemboquemos en una sociedad vigilada.
Por eso, mejor, partamos de lo que somos, una sociedad democrática, en necesaria renovación, con un desarrollo institucional que demanda una pronta evolución para ampliarse y aceptar una mayor participación ciudadana.
El tema de la seguridad no ha sido llamar a presidir este, hasta ahora, postergado dialogo nacional, es demasiada larga la lista de requerimientos sociales y con vistas al desarrollo, como para perder el rumbo.
La sociedad chilena es la que debe marcar la pauta. Estaremos más seguros si tenemos una sociedad más justa.