Chilenas y chilenos son testigos de las fuertes divergencias que han marcado la vida de la Concertación de Partidos por la Democracia en el último periodo, estamos en una situación de auto menoscabo y conflictividad que no puede seguir prolongándose indefinidamente.
Estamos en deuda con Chile. Las desavenencias que nos anulan no nos permiten encarar y hacernos cargo del costo social que generan los pasos de un gobierno empeñado en hacer anuncio tras anuncio.
Un ejercicio mediático que distorsiona el sentido mismo de la acción de gobernar, que compromete día a día nuevos gastos y compromisos sin adoptar medidas de fondo que permitan hacer frente a tales nuevas exigencias presupuestarias, cuestión que se refleja de modo dramático en una propuesta de reforma tributaria incapaz de responder a la oleada de promesas con que se reemplazan las políticas públicas.
La idea acerca de que éste estilo es una repetición de viejos e irresponsables populismos irrita a la autoridad que se siente ofendida por ese juicio, pero lo cierto es que difícilmente puede pedir otra definición si examinaran seriamente sus propias y desmesuradas palabras que ofrecen lo que sus proyectos de ley no cumplen.
Como por ejemplo, el de Agencia Pública para los créditos estudiantiles que una vez más, queda preso de la “letra chica”, pues no crea dicha Agencia, comprometida públicamente reiteradas veces, sino que entrega esa función a la Tesorería General de la República.
Asimismo, los debates en que nos consumimos nos distraen de la defensa de los derechos laborales atropellados por la indiferencia de autoridades que eluden su tarea ante empleadores que rebajan sueldos, destruyen sindicatos, violan el fuero maternal y quedan impunes.
Más aún, cuando la autoridad económica quiere remachar el reino del abuso laboral al que hemos llegado, pretendiendo imponer una flexibilidad laboral que no sería más que una nueva oleada de inestabilidad y despidos de trabajadores con la excusa de una supuesta capacitación, tan falsa como que somos campeones mundiales de fútbol.
Tenemos que salir de este estado de cosas. Se trata de reconstituir una política eficaz y ejercer el rol de oposición que en democracia es indispensable.
Asumir ese rol requiere recoger las demandas sociales e interlocutar multilateralmente para situar en la Agenda Nacional aquellos temas que han sido postergados y que el actual Poder Ejecutivo aborda en sus iniciativas de acuerdo a su exclusivo punto de vista que se ha demostrado parcial, unilateral e incapaz de trazar una Carta de Navegación de efectivo alcance nacional.
Hacer oposición en democracia presupone dialogar con el gobierno abordando temas cruciales como la reforma del sistema electoral binominal para que la diversidad de la sociedad chilena se exprese en el Congreso Nacional; como la reforma educacional y su financiamiento y el fin del lucro en la Enseñanza Superior; como el respeto a los derechos laborales y la recomposición del diálogo social imposibilitado por el afán antisindical de sectores empresariales; como el desafío energético y la necesidad de una reforma tributaria responsable y eficiente.
Así también, debemos retomar el diálogo y la comunicación con los movimientos sociales, no para manipularlos tras estrechos y mezquinos intereses partidistas, sino que para recoger sus demandas transversales e integrarlas en nuestra visión de país.
Así encararemos el debilitamiento que nos afecta y, a la vez, proyectaremos una oposición a la altura de las exigencias. De manera que requerimos unidad y definir hacia donde se encaminan nuestros pasos para bien de Chile y no por simple satisfacción discursiva.