Las presiones por la salida del gobierno de los presidenciables se multiplican. Mientras unos piden que la salida sea “más temprano que tarde”, otros afirman que ello debe ocurrir después de las municipales.
Ese es el dilema: antes o después de octubre. Sin embargo, pareciera que se consolida la tesis de que ello ocurriría en enero; sobre todo, después de la “proclamación oculta” de Allamand y de las exigencias del ejecutivo.
A fines de marzo Longueira planteó la tesis de la primera vuelta con los tres postulantes del oficialismo.Desde ese momento, el debate presidencial se desató y comenzaron las definiciones sobre el mecanismo y los tiempos. Con ese impulso los actores del oficialismo fueron definiendo sus preferencias y poniendo en la mesa sus opiniones.
La dinámica está en ascenso y no hay como detenerla. De hecho, el “discurso de Allamand” a principios de junio en el Consejo de RN no hace más que abrir una nueva etapa en la carrera presidencial de la Alianza. De hecho, se espera –para las próximas semanas- la respuesta de la UDI y Longueira. Por su parte, todo indica que La Moneda ha optado, definitivamente, por Golborne.
El tema es muy complejo dadas las lealtades en juego y las dudas instaladas. Medio año más de incertidumbre y de lucha latente es insostenible. ¿Por qué?
Hay cuatro razones que aconsejan que las definiciones presidenciales del sector deban comenzar. En esa dirección, el oficialismo tiene que definir el mecanismo y el momento en que los presidenciables salgan del gabinete.
En primer lugar está el hecho de que mientras no exista definición ni claridad sobre el candidato no habrá crecimiento en las encuestas. No saben quién va ser el candidato, cómo lo van a definir, cuando lo van a definir y que programa van a impulsar. ¿Cómo se puede crecer en ese escenario?
Segundo. El Gobierno necesita tranquilidad y unidad para terminar su mandato de manera digna y poder remontar –lo que más se pueda- en sus niveles de aprobación. El ejecutivo y sus apoyos políticos necesitan certezas; los ministros deben jugar.
En el actual escenario todos saben que este gabinete tiene “fecha de vencimiento” y que está contaminado por una lucha presidencial latente que no sólo contribuye a que el gobierno siga cometiendo errores, sino también motiva a que otros Ministros se involucren. ¿Cómo es posible que el Presidente no pueda ordenar la mesa y deba navegar en un mar de incertidumbre?
En tercer lugar, está el hecho de que los presidenciables también requieren certezas y equipos. Seguir en el marasmo de la indefinición, cuando deben remontar muchos puntos, sólo los debilita. Deben trabajar por su opción de manera tranquila, sin miedos ni culpas.Para acortar distancia hay que apurar el paso. Competir con freno, no tiene sentido.
Finalmente, en cuarto lugar, surge la posibilidad de participar de la campaña municipal como pre candidato. De lo contrario, habrá que mirarla desde la ventana de la oficina ministerial y ponerse un “parche en la boca”. Cómo un presidenciable se va perder esta oportunidad de recorrer Chile haciendo campaña.
Y dadas las circunstancias por las cuáles deben comenzar a competir hoy de manera transparente, ¿por qué, no lo hacen?
En primer lugar, surgen las dudas. Ellas tienen que ver con la manera de relacionarse con el gobierno, con el mecanismo para elegir al abanderado, con los contenidos programáticos, con los equipos a diseñar, con las posibilidades reales de ganarle a Bachelet –o a la oposición- y con los tiempos del cronograma presidencial.
También están las sensibilidades, lealtades y compromisos para no debilitar al gobierno.Como candidatos deben definir la distancia que tendrán con el ejecutivo y su obra.
Además, surge la política del espejo; es decir, moverse en función del otro. Hay dos posibilidades: que se haga una salida programada y consensuada de los presidenciables o que uno de ellos use el “factor sorpresa”.
En el primer caso, hay dos alternativas: que se vayan “los tres” o “solo dos”. El escenario de los tres fuera del gabinete no es prudente para la UDI ya que la competencia entre Longueira y Golborne sólo generará tensiones y los debilitará. Surge, por tanto, la posibilidad de que salgan del gabinete dos presidenciables,Allamand y Golborne o Longueira. Esta fórmula también pasa por una definición del gremialismo.
Y finalmente, puede surgir el “factor sorpresa”. En este escenario uno debe salir y comenzar su carrera presidencial sin avisarle a nadie. De un día para otro el panorama cambiaría de manera radical. Al mismo tiempo, las tensiones aumentarían fuertemente.
Por último, surge el inmovilismo del gremialismo por la tensión que genera la competencia latente entre Golborne y Longueira. La directiva juega con el tiempo político y define como fecha tope enero del próximo año. Se esperan para las próximas semanas novedades.
Ha llegado el momento de pasar de la competencia latente a la manifiesta. La indefinición del oficialismo responde a los tiempos políticos de la coyuntura, a sus propias confusiones y a una política defensiva.
En ese escenario sólo busca ganar tiempo y esperar el devenir de los acontecimientos sin atreverse a torcer la historia.
Todo, finalmente, termina formando parte de la política defensiva y confusa en la que cayó la derecha desde el primer día de su tan esperado gobierno. Por lo menos, tienen a su favor un escenario presidencial lleno de virtualidades.