La semana pasada participé en el encuentro “Territorios en movimiento 2012” en Quito, Ecuador organizado por RIMISP, Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural y conocí el “buen vivir” o “Sumak Kawsay”.
Las comunidades indígenas del “Abya Yala” o América defienden el concepto del buen vivir, en oposición al “vivir mejor”, como un modelo de vida o de desarrollo más justo, más sostenible, más ecológico. Se abre con especial fuerza en América Latina, hasta el punto que, recientemente, Ecuador y Bolivia han incluido el buen vivir en sus respectivas Constituciones como el objetivo social a ser perseguido por el Estado y por toda la sociedad.
En oposición al vivir mejor occidental de la lógica neoliberal, el buen vivir propone un modelo de vida mucho más justo para todos. Para que unos pocos vivan mejor, que es lo que sucede hoy en el Primer Mundo, para asegurar esas desmedidas demandas de consumo y despilfarro, tiene que existir un Tercer Mundo que provea de materias primas y mano de obra baratas. Muchos, en definitiva, tienen que “vivir mal” para que unos pocos “vivan bien”.
El buen vivir es, en cambio, más equitativo. En vez de propugnar el crecimiento continuo, busca lograr un sistema que esté en equilibrio. En lugar de considerar casi exclusivamente datos referentes al Producto Interno Bruto u otros indicadores económicos, el buen vivir se guía por conseguir y asegurar los mínimos indispensables, lo suficiente, para que la población pueda llevar una vida simple y modesta, pero digna y feliz.
El buen vivir considera los indicadores de desigualdad de América Latina como una vergüenza y agrega, críticamente el concepto de decrecimiento como un objetivo social alcanzable en búsqueda de mayor equilibrio y sustentabilidad.
El buen vivir recoge una visión del mundo centrada en el ser humano como parte de un entorno natural y social, condiciona las relaciones entre los hombres y las mujeres en diferentes ámbitos, y propone una serie de principios y valores básicos para una convivencia armónica en el marco de respeto pleno a los derechos humanos.
Lo más probable es que, más de alguno ha escuchado sobre estos conceptos y no representen nada novedoso, para mí, al menos, resultó un elemento interrogador a considerar frente a las típicas miradas desarrollistas y en búsqueda del crecimiento sostenido que escuchamos habitualmente en nuestro país. Darle un giro al paradigma, mirar desde el otro lado de la tuerca.