El crimen organizado se ha venido instalando como uno de los grandes temas de preocupación en la Región desde los ’90 y se ha intensificado en la medida que su principal expresión, el narcotráfico, ha ido alcanzando dimensiones impensadas, hasta ser calificada hoy como una de las nuevas amenazas o amenazas emergentes, que son aquellas surgidas de las nuevas concepciones sobre la seguridad (pos guerra fría) y que amplían las amenazas más allá de aquellas que tradicionalmente han implicado un riesgo para el Estado.
Un cambio de concepción al que aportó el surgimiento de nuevos fenómenos cuya trascendencia, intensidad o naturaleza, han impactado la seguridad interna y externa, diluyendo la frontera entre ellas. Se trata de amenazas que dan lugar a conflictos de baja intensidad, pero cuya duración puede ser de largo aliento.
La seguridad se ha visto impactada por la irrupción del crimen organizado, cuyo protagonista es el mercado de las drogas ilícitas (narcotráfico, lavado de activos, desvío de precursores químicos), donde el uso y recrudecimiento de la violencia han sido la estrategia de expansión y control de los mercados.
Junto a éste, otras formas de crimen organizado han ido creciendo, asociadas o no al narcotráfico, tales como la trata de personas – que afecta mayoritariamente a mujeres y niñas/os, principalmente con fines de explotación sexual-, el tráfico de migrantes clandestinos, el tráfico ilícito de armas pequeñas o ligeras, el secuestro extorsivo, la prostitución, el sicariato, las pandillas, y otros mercados ilícitos de bienes como el de automóviles robados y sus piezas.
Se trata de una criminalidad que pone en peligro las democracias vulnerando y debilitando la independencia e integridad de los gobiernos y la institucionalidad vigente, deteriorando la confianza ciudadana en ellos.
El crimen organizado es el problema más apremiante en México, Centroamérica y El Caribe, siendo los más afectados por ser las rutas naturales del tráfico de drogas, desde los productores en la región andina hasta los grandes mercados de consumo en Norteamérica, Europa y últimamente en Brasil.
Por otra parte, donde campea el narcotráfico es un buen negocio la venta de armas ilegales, lo que incide en los altos niveles de violencia homicida. En México, durante 2010 se produjeron 15.273 homicidios vinculados al crimen organizado, y entre 2007 y 2011 estos crímenes llegaron a 43.371.La violencia y los homicidios se han transformado en indicadores de gobernabilidad y sus altas tasas pueden acercar a un país a la calificación de Estado fallido.
En los países del Cono Sur la criminalidad organizada tiene un carácter incipiente, comparada con otros países de la Región. La excepción es Brasil, que es el consumidor de cocaína y marihuana más importante de América Latina y uno de los más grandes después de Estados Unidos y Europa.
En este país sí hay organizaciones y redes de narcotraficantes con gran poder de fuego asociado al mercado ilegal de armas, todo ello facilitado por la corrupción policial.
Expertos señalan que las organizaciones narcotraficantes del Perú se han convertido en productoras y exportadoras de cocaína de alta calidad que ingresan a Chile por la ruta Tacna-Arica-Santiago, y también vía Bolivia, desde donde es –además- ingresada a Argentina y Brasil; sin embargo, las principales operaciones estarían en manos de organizaciones mexicanas y colombianas.
Leer versión extendida en: http://www.asuntospublicos.cl/2012/06/crimen-organizado-y-narcotrafico-en-america-latina/