Un homenaje a Augusto Pinochet con el pretexto de presentar un documental constituye una vergüenza nacional y es una mancha muy oscura que enloda al actual gobierno.
Hay dos maneras de hacer política, la primera es sentarse a debatir ideas entre diversos actores políticos, eso se llama democracia. La segunda es sacar un arma y asesinar a quien piensa distinto, eso se llama crimen. Un gobierno que posa de democrático no puede, ni debe, permitir que un grupo de violadores de los derechos humanos se jacte públicamente de sus delitos de lesa humanidad.
Una persona decente puede defender legítimamente ideas liberales o conservadoras, pero otra cosa muy distinta es que ampare a delincuentes o a organizaciones criminales como la DINA-CNI, con personajes tan deleznables como el “Mamo Contreras”, el “Guatón Romo”, “Álvaro Corbalán” o el general Pinochet…entre muchos otros. La sola realización de este vergonzante evento hace que la feble democracia chilena descienda un peldaño ético y político hacia la barbarie.
Pretender levantar la figura de Augusto Pinochet en el Chile actual hiere, ofende y humilla a una gran mayoría de ciudadanos que sufrieron bajo un régimen que ha sido repudiado en el mundo entero.
Es de esperar que la ciudadanía pondere las actuaciones políticas de nuestras autoridades a la hora de marcar sus votos en la urna.
El mensaje de tolerancia del gobierno hacia actos reñidos con la convivencia democrática es una afrenta a todo el país y desnuda su demagogia pseudo democrática, mostrando que la derecha no es confiable y sigue siendo la derecha de siempre. La misma que unió su destino al terror aquella lejana y oscura noche entre antorchas en“Chacarillas”.
Un gobierno permisivo y timorato hacia los nostálgicos de la extrema derecha desdibuja el discurso demo-liberal con que ha querido revestirse el gobierno del señor Sebastián Piñera.
Un acto de esta naturaleza, protagonizado por militares en retiro, solo alimenta ecos de un pasado oprobioso dentro de las Fuerzas Armadas, algo que debiera llamar a la reflexión a la actual administración de derechas, ciego a la dimensión ética de sus actuaciones.
Enaltecer la figura de Pinochet y su régimen en el presente, no fortalece en nada la democracia que anhela el país.
Habría que recordar a muchos simpatizantes del extinto general golpista que la impunidad y la libertad que gozan en el Chile de hoy solo ha sido posible por la singularidad de la transición chilena y la innegable negligencia de nuestra “clase política” frente al tema de los Derechos Humanos.
Una cuestión que sigue pendiente en la democracia chilena a la espera de reabrir muchos de sus ignominiosos expedientes. Esta deuda compromete la dimensión ética de nuestra sociedad en lo que atañe, ni más ni menos, a la dignidad humana.