El Mensaje del próximo 21 de mayo es el último donde el presidente Piñera puede dar un nuevo impulso a su gobierno. Quedan solo 18 meses hasta la próxima elección presidencial. Aun puede hacer un esfuerzo para superar los problemas de gobernabilidad que están comprometiendo el futuro del país.
Tras las movilizaciones sociales, los temas pendientes y los retos que impone la situación mundial urge apurar el tranco. Es el momento de avanzar de verdad en tres importantes reformas: la reforma educacional, la reforma tributaria y la reforma política-electoral.
La reforma educacional debe acelerarse en los siguientes temas: el fortalecimiento de la educación pública, crecientemente debilitada; un gran plan de mejoramiento de la formación de profesores, inicial y en servicio; la nueva carrera docente; el financiamiento basal a las universidades públicas para sostener la investigación científica, tecnológica y calidad de la educación superior; y la rápida expansión preescolar.
El aumento del financiamiento estudiantil universitario y la creación de un sistema público que reúna y ordene becas y créditos es un paso positivo, pero insuficiente si no se enmarca en una visión y un programa de mediano plazo, que muestre el rumbo.Reaccionar solo a las presiones de la gente, no hará amainar la presión ciudadana, por el contrario.
Una estrategia clara que concite un acuerdo nacional es esencial para el futuro de Chile.
La reforma tributaria es esencial para la inclusión social y la igualdad. La propuesta del gobierno es claramente insuficiente, no facilita los acuerdos y arriesga perder una oportunidad histórica. Hay divergencias importantes entre las propuestas del gobierno y la elaborada por la oposición: 700 millones y 6.700 de dólares, una diferencia de uno a 10.
La cifra del gobierno no alcanza ni siquiera para cubrir el aumento del financiamiento de la educación superior, menos si se pretende incluir otros objetivos, como la expansión preescolar.
Ni que hablar de corregir desigualdades en salud y calidad de vida de las familias más modestas en las ciudades o el gran esfuerzo en ciencia y tecnología.
La eliminación de los exiguos aranceles a las importaciones actuales no disminuirá precios, ni elevará la productividad y, en cambio, mermará la capacidad de negociación de otros tratados internacionales, con reciprocidad.
El descuento tributario a la educación privada o la eliminación de impuestos a los combustibles, 80% de los cuales lo paga el 20% de los chilenos de mayores ingresos, acrecentaría la desigualdad. Igualdad y sustentabilidad son dos requisitos indispensables para que Chile tenga un futuro más promisorio.
La reforma electoral es condición necesaria para la legitimación del sistema político, ampliamente cuestionado. El sistema binominal debe ser modificado.
Igualmente indispensable es el reforzamiento del poder regional y local. Los acontecimientos de Aysén, Magallanes, Calama y tantos otros conflictos que se pueden suscitar solo se superarán trasladando poder político y financiero a las regiones, para que decisiones relevantes las adopten ellos mismos, con autonomía.
También lo son la elección de consejeros regionales, el voto de los chilenos en el exterior y la realización de primarias.
La oposición ha entregado sus tres propuestas: educacional, tributaria y electoral, todas viables e indispensables. El gobierno tiene una última oportunidad de reducir esa enorme desconfianza ciudadana que nace de la rimbombancia de sus anuncios y la exigüidad de sus acciones.
El Presidente debe hacer valer sus declaraciones y ponerse por encima de aquellos detractores que lo bloquean desde su propio campo. Demorar más es una receta para la ingobernabilidad.
Contar con una economía en crecimiento otorga al presidente Piñera un margen de maniobra para tomar decisiones que dejen un legado positivo a los chilenos y al próximo gobierno. El tiempo se acaba. Hay que hacerlo ahora.