Al conmemorarse un nuevo 1º de Mayo, el Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, Arturo Martínez, no ha podido ocultar su malestar ante la actualidad que alcanza el tema de los derechos laborales de los trabajadores chilenos, al llegar la conmemoración de su día Internacional, para caer en el olvido inmediatamente después.
El modelo de neoliberalismo extremo impuesto desde 1980 en adelante, gracias al empeño que en estas materias tuvo el ministro del Trabajo de la época, José Pinera, arrebató al movimiento sindical conquistas laborales que eran resultado de décadas de esfuerzos, movilizaciones y de una sacrificada labor organizacional, de elevado costo para sus protagonistas, pero de indudables frutos para los trabajadores que obtenían, gracias a ellas, una muchísima más justa distribución del ingreso, así como condiciones de respeto y dignidad que fueron completamente avasalladas, por una implacable expoliación que recibió el nombre de “Plan Laboral”, apoyado por la derecha civil, hoy en el gobierno.
Los gobiernos democráticos posteriores a 1990, minoritarios en el Senado, por el número de senadores designados y el efecto del sistema binominal, lograron restablecer una parte del patrimonio social y cultural perdido por el movimiento sindical bajo la dictadura. Sin embargo, se configuraron nuevas formas de explotación que burlan o anulan los avances obtenidos.
De manera que la fuerza sindical lleva más de treinta años de espera para la reivindicación de sus legítimos derechos laborales.
La desigualdad en la distribución primaria del ingreso; es decir, al interior de las empresas y unidades productivas que perjudica severamente a los trabajadores es causa fundamental en la desigualdad mayor, a escala nacional, que puede llegar a fracturar la convivencia social en el país.
El gobierno actual permanece impasible ante esta realidad. Se refugia en el supuesto alto índice de empleos generados en su periodo; sin embargo, estas cifras obedecen esencialmente al cambio de la metodología estadística que se usa para considerar a una persona con empleo.
Así también, hay un extensísimo empleo precario asociado a la cadena de abusos y atropellos que se cometen en diversos sectores productivos que obligan, para alimentar el hogar, a la aceptación de condiciones indignas por decenas de miles de asalariados que si no se someten a las mismas, vivirían el drama de carecer de todo ingreso y enfrentarían una pobreza insoportable. En este ámbito, la administración Pinera generó amplísima expectativas que hoy se ven frustradas.
La gravedad de la situación laboral no es desconocida en Chile. Incluso el sector patronal así lo ha establecido al suscribirse un acuerdo de intenciones entre la Central Unitaria de Trabajadores y la Confederación de la Producción y el Comercio, con vistas a crear nuevas condiciones para la negociación colectiva y el fortalecimiento de la sindicalización.
Muchos empresarios saben que ya ni siquiera tienen con quien negociar en las fabricas y otros sectores laborales; son muchos a los cuales el miedo hace rehuir el sindicato, son de todos conocidas las practicas anti sindicales, que exoneran sin contemplaciones a quienes tienen la audacia de formar o participar de esas organizaciones de asalariados.
Además, la extensión de la tercerización con subcontratistas que actúan como enganchadores de mano de obra barata y el empleo a gran escala del fraude del llamado “multirut” han llevado prácticamente a la destrucción de los sindicatos y a una indefensión de los trabajadores impropia de nuestros alardes de país que se acerca al desarrollo.
El Estado protector en materia de derechos laborales está aun lejos de ser realidad. Si nos guiamos por una metáfora futbolística, debiésemos decir que en cuanto a protección de los trabajadores no estamos en las grandes ligas sino que “en los potreros” y que Chile tiene la vergüenza de condiciones laborales indignas.
La propuesta gubernativa de mejorar el aspecto de capacitación laboral es como una gota de agua en el desierto.
Lo recurrente es que cuando la protesta se instala finalmente, a quienes hemos advertido del mal social que esta incubado, se nos trata de obstruccionistas y agoreros, entre otras descalificaciones.
Parece que nunca terminamos de aprender. No se debe tirar tanto la cuerda, porque termina cortándose.