Después de la ceremonia de entrega del Premio Cervantes a Nicanor Parra, el ministro de Cultura Luciano Cruz- Coke expresó lo siguiente: “La mejor embajada que Chile puede tener en el mundo es la cultura. Hoy las más altas autoridades y académicos españoles se han rendido ante la figura de Nicanor Parra, demostrando una vez más que Chile tiene nombres fulgurantes en el firmamento literario, como Vicente Huidobro o Gabriela Mistral”. No nombró a Pablo Neruda.
Neruda conmovió a los españoles con “España en el corazón” en el momento más dramático de la historia contemporánea de ese país, fue Cónsul de Chile allí, fue el literato más reconocido por sus pares españoles cultivando amistades que dejaron huellas importantes en la historia literaria española: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Hernández y prácticamente todos los poetas de la Generación del 27.
Además, es considerado por muchos especialistas como uno más de los “poetas hispánicos” del siglo XX. ¿Qué explicación tiene entonces este silencio? ¿Es un mero olvido? ¿Un error periodístico? ¿O algo deliberado?
Si fuera así, sería de lamentar. A mi juicio, un silencio tan resonante podría tener que ver con esa típica pequeñez que predomina en ciertos ambientes intelectuales nacionales y que por ignorancia o aburrimiento busca polémicas y falsas confrontaciones allí donde no las hay.
Estas hacen pensar en esas discusiones tan características que se generan a veces en las plazas de los pueblos, donde irrefrenablemente se va a parar en algún momento a tener que decidir sobre quién es el rey de los animales, si el tigre o el león.
En este caso, nunca faltan los que considerarán un punto a favor de su causa el desaire hecho a algunos de los candidatos al ranking.
¿Quién es más grande, Neruda o Parra? ¿La Mistral o Huidobro?
Y vamos argumentando en favor de éste o en contra de este otro, como si fuera algo urgente decidir sobre el lugar que ocupa cada uno de los supuestos aspirantes al título de “poeta más grande de Chile”.
Se diría que la verdadera grandeza de todos nuestros artistas no cabe entera en el corazón de estas personas y que debido a eso se les hace necesario eliminar a alguno para hacerle espacio al otro.¿Será que el Ministro se ha dejado arrastrar hacia este despeñadero?
Lo cierto es que cada poeta es grande en sí mismo y no por relación a otro.La verdad verdadera es que no hay ranking, no hay criterio común que permita la comparación, no existe la escala de medida para juzgar en qué lugar se ubica cada cual.
Sé que los poetas nacionales comparten con sus conciudadanos una parte de sus mezquindades y conozco muchas de las ironías que unos y otros han hecho sobre las obras de sus colegas.
Esto probablemente ha azuzado todavía más estas rencillas en las que casi todos han caído. Se sabe que tal o cual odiaba a tal otro, y los sarcasmos de uno y otro lado desprestigiando estilos y personas abundan en los círculos literarios. Como si para hacerse un espacio en la historia cultural de Chile fuera necesario desplazar a los demás de su legítimo puesto. Para que uno sea bueno, el otro tiene que ser malo.
Pero la verdadera grandeza convive con la grandeza del otro, la luz que de pronto surge, se suma a la ya existente y no necesita que esta se opaque, porque lo que hacen ambas es brillar con mayor fuerza con la refulgencia de la otra.
En Chile hemos tenido la suerte de tener varios poetas de primer nivel. Cada uno es grande en lo suyo y todos merecen el mismo reconocimiento. Lamentablemente, la existencia de estos premios siempre ha sido en nuestra tierra un factor distorsionador.
Se afirma “que a Parra le falta el Nobel”, como si obtener o no este galardón fuera a cambiar en algo la importancia de su obra. Se atribuye un mayor valor a los que lo han obtenido: “Huidobro es un excelente poeta, pero no obtuvo el Nobel”, se dice, para resaltar la importancia de la Mistral o de Neruda. Puras leseras.
La luz de un poeta es autónoma, no depende de premios, ni de reconocimientos públicos, que siempre están afectados por distorsiones de variado tipo. Así lo afirma el propio Parra, que se atrevió a decir en su propia ceremonia de recepción del premio en Madrid que para obtenerlos tenemos que ser amigos del jurado.
Reconocer la obra de un poeta es simple: consiste en leerla, apreciarla y acoger la transformación de nuestro espíritu que su comprensión trae consigo. En la medida en que nuestra vida es afectada por la palabra de un poeta, pasamos a ser parte del territorio que su palabra ha desbrozado para que nosotros podamos habitar en ella. Entonces somos de su país y tenemos el derecho de regocijarnos con sus triunfos exteriores.Y los grandes poetas de Chile no son solo cuatro, como se pretende, sino muchos más.
Esta locura por los premios, que no es más que puro faranduleo, va a terminar por apagar la llama de la poesía en nuestro país. Solo con un alma abierta a todos y a cada uno de ellos seremos capaces de mantenerla viva.
La grandeza de Neruda, como la de Parra, no necesita de reconocimientos exteriores, solo exige ponerse a la altura y escuchar su palabra con extrema atención y compromiso. Y ella no se engrandece ni se minimiza más o menos si un Ministro, un Presidente, o hasta un Rey, la desconocen.