Porque son más las cosas que nos unen que las que nos separan, es que hoy podemos decir que a la Concertación, como a toda energía viva, le llegó el momento de transformarse.
Una energía que ha contribuido al crecimiento sostenido de un país que yacía en el oscurantismo y que en los últimos 22 años, experimentó un cambio cultural y social profundo.
Y es que hoy aquella energía social y cultural que encarna la Concertación, se devela más viva que nunca en las calles y en las demandas de una mayoría que clama por una fuerza dispuesta a diseñar en plural y desde valores progresistas, el país del futuro.
Las cosas que nos unen, tienen que ver con el fondo. Con los valores que representa la centroizquierda como paradero ideológico, en donde las políticas sociales de mercado, la igualdad de oportunidades, el respeto a la diversidad, medio ambiente, la defensa de los derechos ciudadanos por sobre el libertinaje financiero y la profundización de la democracia, suenan al unísono como un petitorio de sentido común del nuevo Chile.
Recordemos que este mismo anhelo de sociedad, nos llevó con mística a desarrollar un proyecto capaz de derrotar una dictadura y construir un país en vías de desarrollo.
Las cosas que nos separan, tienen que ver con las añejas disputas de poder por cargos, pegas o cupos y que nos igualan a la ideología del frente, donde el fin justifica los medios y arrasa con todos los que piensen distinto. Donde unos pocos y entre cuatro paredes, diseñan según sus miradas, el futuro de mayorías. Esta práctica nos llevó a la derrota de la centroizquierda y lo que es peor, a una profunda deslegitimación frente a la ciudadanía.
Lo que hoy algunos denuncian como disputas vergonzosas entre “sepultureros” y “devotos” de la Concertación, no es más que un sano y natural ejercicio de democracias que maduran y entienden que hay veces en que las sociedades, atinan antes que los políticos. Lo que el ciudadano de a pie nos pide, es que nos pongamos las pilas y trabajemos en pos de un frente progresista que represente los valores y sueños de los chilenos del siglo XXI.
En 20 años construimos pensando en el futuro, apostando a un proceso de largo plazo. Lo hicimos desde nuestras convicciones, pero también desde nuestros miedos. Lo hicimos desde nuestro sueño por un Chile desarrollado, pero también desde una dinámica política poco inclusiva y participativa.
Llegó el momento de reconocer que nuestra coalición, fue un arcoíris de colores primarios renuente a mezclas que pudieran alterar el brillo opaco del statu quo.
Llegó el momento de aceptar con grandeza y humildad que nuestra Concertación cumplió un ciclo y a partir de eso, con otras fuerzas, es hora de construir una oposición amplia.
Hoy más que nunca, con un gobierno de derecha en La Moneda y con reformas importantes en la agenda país, es que debemos ofrecer una centroizquierda unida e inclusiva. Aceptando que los hijos crecieron, la familia aumentó y ya es hora de ampliar la casa.
Porque nos hacemos cargo de la unidad en la oposición que pide la gente y sabemos que el Chile de hoy, no piensa como hace 22 años.
Porque nos parece injusto que un proyecto tan importante como la Concertación, siga secuestrado por los miedos de unos pocos.
Porque creemos en que juntos, podremos revalorizar la actividad política, desde nuestros diversos matices, pero al interior de una gran familia.
Por eso y más, es que creemos en la centroizquierda como nuestra casa, ampliada, sin rejas y con residentes que se desarrollan en diversidad y compañerismo por una misma causa: Chile.