A izquierda, derecha y al centro también, hemos visto el lanzamiento, pre- lanzamiento y el lanzamiento condicionado de candidaturas presidenciales individuales, no respaldadas por coaliciones ni alianzas.
En algunos casos incluso los candidatos han preferido correr como independientes en lugar de enarbolar la bandera de la tienda en la que han militado por decenas de años.
MEO se adelantó a su época, vio el cambio estructural en una industria cuya evolución sucede en tiempos geológicos.
Me topé con uno de estos candidatos en un programa de entrevistas en la radio y me llamó la atención en particular una de sus declaraciones: “los partidos políticos ya no tienen más el monopolio de las candidaturas”.
En efecto, un monopolio, haciendo la analogía con su par microeconómico, se constituye alrededor de un ordenamiento que limita o controla la oferta (de candidatos), permitiendo que todos quienes participan en la cadena de valor reciban una remuneración extraordinaria.
Vemos hoy como el oficialismo y la oposición tienen dificultades mayores manteniendo el control de lo que sucede, al punto de declaraciones mutuas señalando el fin de su existencia.
En un ambiente así, un candidato presidencial es probable que no tenga una sanción del monopolio, pues la propuesta de valor histórica de estos conglomerados a sus miembros era la figuración y participación política en alguna cuota o medida garantizada, a cambio de su disciplina.
Hoy esa garantía de espacio y “face time” no sólo no es creíble sino que incluso puede llegar a ser negativa, nadie quiere aparecer asociado a un grupo que está lleno de desacuerdos y conflictos que se ventilan públicamente.
Nadie quiere aparecer asociado a un grupo que está lleno de desacuerdos y conflictos que se ventilan públicamente.
Hay también otros dos factores que cooperan a este descuelgue, más bien a este “saltar por la borda” de los candidatos.
Un cambio estructural es la emergencia de las primarias, esto vendría siendo introducir competencia antes de la verdadera votación. Competencia y monopolios son como agua y aceite, no se pronuncian en la misma frase.
La nominación de los candidatos en elecciones pasadas ocurría probablemente en el Café Torres o su equivalente, a “puerta cerrada”, de la misma manera en la que un cartel se pone de acuerdo en cuántas toneladas producirá cada uno, o qué territorios le “corresponden” a cada uno.
En el diseño de detalle de estas primarias quedará claro cuál es el nivel de poder que perderán estos conglomerados, la infraestructura partidaria creo que seguirá siendo necesaria, pero su incidencia en el resultado final dependerá de cuanta competencia pueden tolerar. En otras palabras, de qué manera las encuestas de popularidad o de intención de voto son traducidas efectivamente a una votación de primarias.
Por último está el factor de movimiento social, la declaración pública de descontento masivo que hemos comentado durante todo el último año. Este es otro shock que no sólo no han sabido enfrentar las actuales organizaciones políticas, sino que han sido sus causante principales. En la repartición de estas “rentas monopólicas extraordinarias” se quedó afuera un jugador, el ciudadano de a pie.
Veo que habrá una reconfiguración de conglomerados, la nueva propuesta de valor a candidatos y militantes ya no será monopólica. Probablemente sea algo como: “somos la mejor plataforma a la que puedes pertenecer para ganar primarias”; tendrá la forma de una organización de marketing más otra de recaudación de fondos para financiarlas, más parecido a un Estados Unidos.
En este nuevo modo, la propuesta ideológica es más difusa, pierde sentido e importancia, es más inclusiva para lograr la masividad que necesita la primaria.
Creo que es correcto el instinto de los candidatos que se descuelgan, porque en el peor de los casos tendrán sanción de sus partidos.