Valoro mucho las instancias de colaboración democrática. Creo, por convencimiento, que solo teniendo una mejor participación nuestros problemas de representatividad empezarán a resolverse. Sin duda, valoro mucho las primarias como medio de elección de candidatos a representantes populares.
Pero lo vivido la semana pasada por la Concertación fue, a mi juicio, un retroceso.
Lo que podría haberse presentado como un avance, no lo fue. Podría haber servido la instancia para hacer destacar la conocida capacidad de movilización del “pueblo concertacionista”, de poder mostrarse como aquella mítica fuerza electoral incapaz de perder una elección. Esa sensación de victoria que tantas veces supieron comunicar y que los transformaba en un ejército de militantes activos, aquel que cuando, como decía Bachelet, “cuando sale a la calle la derecha tiembla”
Idílico. Como en los viejos tiempos. Pero la historia no fue así. Veamos.
Dirán que comparamos peras y manzanas, pero el último ejercicio de primarias efectivo de la Concertación fue el año 1999. En dicha elección, Zaldívar y Lagos Escobar consiguieron llevar a las urnas a 1.400.000 personas.
Hoy la Concertación se ufana de haber llevado cerca de la quinta parte de ello, y las cifras más realistas hablan incluso de casi un 10%, solo 150.000 votantes. Ello sobre un universo de ocho millones de votantes.
Ha trascendido que se imprimieron un millón de votos para esta primaria, por lo que haber obtenido entre el 10 y el 25% de la cifra esperada es un fracaso a todas luces.
Piénsese, por ejemplo, que en la Florida votaron 5300 electores del “pueblo concertacionista” de los que sufragaron por el candidato ganador, Duarte, unos 2400.Sólo como punto de referencia, “el designado” alcalde Carter fue electo concejal con más de 15.000 sufragios.
Además, como destaca Hunneus –a quien dudo que consideren aliancista- las primarias constituyeron una derrota para la propia concertación y especialmente para el Bacheletismo.
No obstante sus ex ministras Paula Quintana y Laura Albornoz aparecieron en fotos con ella, que su partido usó su rostro, que su propia prima, Vivienne Bachelet participó en dichas primarias y terminó tercera de tres candidatos. Y lo que es peor aún, son derrotadas por el viejo stablishment concertacionista de siempre.
No veo a los que colaboraron con Quintana apoyando la candidatura de Hernán Pinto –por lo pronto la propia candidata negó su apoyo al ex edil- ni veo a masas jóvenes de nuevos militantes apoyando a la “renovación” que ofrecen Duarte y Tohá.
Pero lo que es peor para el país, la jornada del pasado domingo empaña el nombre de un mecanismo necesario. Las primarias, para el ciudadano promedio, se transformaron en la máquina del acarreo. Hay reiteradas denuncias de traslados a urnas por parte de algunos candidatos.
Se ha llegado a bromear en redes sociales que el sistema de transporte utilizado para “acercar” a los votantes fue mucho más efectivo que el Transantiago, y que tal vez eso explicaba el magro desempeño bacheletista.
Lo más criticable de las primarias “nacionales” –que de nacionales nada tuvieron- es que damnifican la imagen de los procesos democráticos: redujeron la democracia a sufragar.
En síntesis, hubo baja participación, mucho menor a la esperada por los concertacionistas.
Mucha descalificación, alto acarreo, y poco apoyo entre los derrotados a los ganadores.
¿Por qué este desastre? Tal vez porque la concertación ya no es la misma de antaño. Tal vez porque, como comentábamos, su renovación no ha sido adecuada. Los Harboe, los Orrego, aún son menos que los Pinto y que los Escalona.
Pero sería injusto no señalar que el sistema de primarias elegido no favorece a la democracia: las dudas de su transparencia, sobre quien las paga –cosa no menor considerando los altos costos pagados para efectuarlas, obviamente financiadas por quien tiene más posibilidades de ganar que por los candidatos advenedizos- y la falta de sanción al acarreo y al clientelismo no son solo imputables a la concertación. Hace falta un sistema público y legal de primarias para la designación de candidatos.
Hay buenos esfuerzos de no repetir los errores de esta fallida primaria: en tal sentido esperaremos a ver el desarrollo de las primarias de Renovación Nacional en mayo, primer ejercicio de este tipo en la centro derecha.
Ello, por el momento. Algunos preferiríamos un sistema trasparente y ordenado de primarias. No es posible que los partidos, o sus directivas centrales, sean las que monopolicen la designación de candidatos a concejales, alcaldes, consejeros regionales, diputados, senadores y, por qué no, a presidente.
Espero, por convencimiento democrático, que la Centro-Derecha sea capaz de aprender de los errores de sus opositores, y promueva primarias amplias y participativas. Y me parece que la presidencial del 2013 es una excelente oportunidad de legitimar a un candidato único del sector.