Aunque en vacaciones, fuera de nuestros ámbitos laborales, hemos quedado consternados por una nueva tragedia carcelaria ocurrida en Honduras. Más de 350 personas, victimas de la indiferencia gubernamental y social, perdieron la vida consumidas por el fuego.
América Latina, en los recintos penitenciarios, podría tener record de Guinness, en cuanto a la vergüenza por el hacinamiento, malos tratos, ocio, abusos de poder, falta de higiene y atención médica.
Sólo unos días antes -de la trágica noticia- participamos en una certificación masiva, de jóvenes en privación de libertad, que con gran éxito recibieron capacitación en áreas como: pintura, computación e instalación de piso flotante. Durante varios días, entre diciembre y febrero, se prepararon, con gran rigor, disciplina y buena participación, para lograr su objetivo.
Diversas instituciones hicieron posible que la Fundación Paternitas ingresara al “Centro de Internación Provisoria y Régimen Cerrado”, de San Bernardo, para formar y capacitar en las áreas ya indicadas.
No significa sólo un certificado de capacitación alcanzado, es en primer lugar favorecer la esperanza de un mundo nuevo, de oportunidades, a un grupo importante de jóvenes que han sufrido ignorancia, rechazo múltiple, abandono y maltratos diversos.
Seleccionarlos para este programa es una noticia que los estremece, los sorprende y los hace sentirse elegidos, amados y valorados.
Estamos convencidos que durante los períodos de capacitación y formación, la mente y el corazón ocupados y en aprendizaje, no puede haber cabida para la agresión, para los motines y para las locuras propias del ocio y del hacinamiento. Porque educar, según Benedicto XVI, es introducirlos en la realidad hacia una plenitud, que hace crecer a la persona.
La Fundación Paternitas continuará durante este año con nuevos bríos, en la dinámica de humanización, sabiendo que es el gran antídoto, que evitará nuevos escenarios tan violentos como lo ocurrido en Comayagua Honduras.